Banco solitario que observas…

BANCO SOLITARIO QUE OBSERVAS

Banco solitario, que observas desde tu puesto cómo la vida pasa…

Centinela de matices, que desvelas el secreto de los otoños rojizos y de los verdes veranos…

Reposo del fatigado, que te halla en su camino mientras ansía cobijo de su diario ajetreo…

Encuentro de enamorados, a los que oyes jurarse las más bellas intenciones para erigir su mañana…

Refugio de los ancianos, que reconocen tu obsequio de una quietud merecida y de un sostén a sus años…

Espectador silencioso, confidente reservado de secretos al oído, acompañante apacible de proyectos solitarios…

Tantas auroras, tantos ocasos, tantas vueltas, tantos cambios… Un privilegio es el tuyo: poder contemplar el curso de tantos sueños y angustias, de tantas nubes y claros.

Con firme apoyo en la tierra, siempre encaras el paisaje haciendo que el que a ti llega descubra lo ilimitado mientras le ofreces amparo en un alto de su ruta. Un poco de tu silencio, un mucho de tu horizonte, y la brisa que te envuelve retorna al que peregrina al derrotero olvidado.

Impasible en las tormentas, resistente a vendavales, eres testigo del eco que rumorea entre ramas, eres guardián de ilusiones que reviven en tu abrazo.

La ventisca intenta agitarte, aunque solo consigue pulir tu superficie con sus continuos zarandeos.

El hielo quiere acristalarte, pero tú aprovechas la luz de su transparencia y vislumbras el infinito.

La nieve trata de ocultarte, pero el rocío te hace brillar cada amanecer.

Ni la bruma, ni los vientos, ni la lluvia, ni el estío son capaces de ahuyentarte de tu función de vigía.

Cuando la noche llega en su turno, permaneces expectante; sabes su ley y su sino, y te encuentras preparado para dar la bienvenida al calor del nuevo sol.

Siempre hay un banco entre la hojarasca de otoño. Siempre hay un banco esperando al caminante. Momentos y susurros desfilan ante este observador excepcional. Y el banco seguirá ahí… aprendiendo y desvelando los acertijos del tiempo.

Cuánto ganaríamos los humanos si aprendiéramos la mitad de lo que nos puede enseñar un banco cuando nos acercamos a él en busca de paz y sosiego…

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