“Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo” (Momo, Michael Ende).
La vida pasa…
Pasan los días, los meses, los años: “Caramba, ya es Navidad”; “Huy, mira Pepito, ya es mayor de edad”; “Sí, ya soy abuelo”…
El reloj de arena deja caer su oro implacablemente, sin pausa, sin excusas, sin interrupciones. Y lo que cayó ya no volverá más…
“(…) Ellos [los hombres grises] se habían hecho sus planes con el tiempo de los hombres. Eran planes trazados muy cuidadosamente y con gran previsión. Lo más importante era que nadie prestara atención a sus actividades” (Momo, Michael Ende).
“Uf, llego a casa molida; lo único que me apetece es ver un rato los chismorreos de la tele. Ya sé que no es lo más edificante, pero por lo menos me distrae”; “Me voy este fin de semana al spa para desconectar de tanta tensión”; “No me cuentes las cosas que van mal en el mundo, que bastante tengo con lo mío”…
“(…) sesenta por sesenta son tres mil seiscientos. De modo que una hora tiene tres mil seiscientos segundos. Un día tiene veinticuatro horas, es decir, tres mil seiscientos por veinticuatro, lo que da ochenta y seis mil cuatrocientos segundos por día. Un año tiene, como sabe todo el mundo, trescientos sesenta y cinco días. Lo que nos da treinta y un millones quinientos treinta y seis mil segundos por año. O trescientos quince millones trescientos sesenta mil segundos en diez años. ¿En cuanto estima usted la duración de su vida? (…) 2.207.520.000 segundos. –Esta es, pues, señor Fusi, la fortuna de que dispone” (Momo, Michael Ende).
¿Cuánta arena queda por caer? Nadie lo sabe. El mecanismo del reloj lleva incluido un resorte de seguridad que esconde lo que contiene todavía.
“Sí, sí, eso que cuentas es muy interesante; pienso dedicarme plenamente a ello cuando me jubile”, “En cuanto el niño crezca, aprenderé eso que encuentro tan útil y que me satisface tanto”, “Cuando mejoren las cosas en la empresa, podré dedicarme a lo que siempre he querido hacer en la vida”…
Cuando caiga el último grano de arena, ¿qué nos llevaremos? ¿Qué quedará escrito? ¿Lo que no nos dio tiempo a aprender? ¿Lo que siempre soñamos y no tuvimos tiempo de hacer realidad? ¿Las preguntas que no resolvimos porque no nos detuvimos a formularlas?
No. Quedará el recuerdo de la mano que ofrecimos, y las huellas de nuestros pasos en el camino que elegimos.
Los hombres grises que se alimentan del tiempo perdido no tienen poder contra la filosofía, que permite enfocar la vida de manera práctica, porque hay una pregunta que late en todo ser humano y es preciso atender: ¿para qué he venido a la vida?
Es cierto,los días se suceden rapida y casi insesiblemente y cuando uno,en algún momento en la vida se para un instante y mira hacia atrás piensa ¿ que me pasó?¿que hice?¿puedo recuperar algo de todo este tiempo que ya fue?y puede ser que comience un darse cuenta…
Siempre interesante esta web…,muchas gracias por todo