“Así dijo rogando. Acercósele Atenea, que había tomado el aspecto y la voz de Mentor, y dijo estas aladas palabras” (La Odisea, Canto II).
Como en la frase transcrita, “aladas palabras” aparece sesenta y dos veces en el poema épico griego conocido como La Odisea, escrito por Homero, un aedo (poeta cantor) griego de la Antigüedad, del que se desconoce con exactitud su origen y fecha de nacimiento.
La Odisea y la Ilíada, en un principio eran cantadas y su tradición se mantuvo de manera oral, para lo cual los cantores debían hacer un extraordinario uso de la memoria. Luego, las obras fueron transcritas en fechas para nosotros lejanas (s. VIII a.C.).
En La Odisea se narra la vuelta a casa de Odiseo (Ulises para los romanos) tras la guerra de Troya. Este libro era y es en la actualidad un marco de referencia para la educación de los jóvenes de la antigua Grecia, luego en Roma y hasta hace unos años en el mundo occidental. Encierra enseñanzas de profundo contenido moral, pero no es el tema del que quiero escribir en este artículo.
En el caso de La Odisea y en La Ilíada, las “aladas palabras” son pronunciadas por los dioses, los héroes, los sabios y aun por los hombres y mujeres prudentes. Estas tienen el poder de volar y aun de transportar al que las dice y al que las escucha al elevado mundo de los grandes ideales.
El darle “alas” a las palabras no solo obedece a un epíteto que ha colocado el autor para hacer más hermoso su canto, sino que sirven para diferenciarlas de aquellas que no las poseen. Muchos otros personajes hablan en este poema, y sus palabras no son aladas. La facultad de volar, de remontarse al cielo, solo la tienen los dioses, las aves (pero estas con limitación), las grandes ideas y pensamientos que nacen en el mundo fenoménico por boca de los prudentes.
Hoy algunos seres humanos le damos poca importancia a la palabra hablada: de nuestras bocas salen chatas, mal evocadas, sin significado y cuando no directamente malas palabras. A veces es importante recordar que lo que sale de nuestra boca también es nuestro hijo y sus frutos son nuestros.
En ocasiones decimos cosas ignorando el significado, con descuido, y cuando pensamos lo que decimos, muchas veces lo hacemos para herir a quienes tenemos de frente.
“Así dijo rogando. Acercósele Atenea, que había tomado el aspecto y la voz de Mentor y le dijo estas aladas palabras: ¡Telémaco! No serás en lo sucesivo ni cobarde ni imprudente, si has heredado el buen ánimo que tu padre tenía para llevar a su término acciones y palabras; si así fuere, el viaje no lo harás en vano ni quedará por hacer” (La Odisea, Canto II).
El consejo de Atenea (diosa de la sabiduría), quien señala a un joven Telémaco no ser cobarde ni imprudente y le señala que su padre Odiseo siempre llevó a término sus acciones y palabras, nos da una idea de cuándo son “aladas” las palabras.
Así, las “aladas palabras” siempre
- tienen un buen propósito,
- llevan un significado,
- son de utilidad para quien las recibe, y
- no es hablar por hablar.
Según Odiseo es malo hablar si lo que se dice no tiene utilidad: “¡Oh, Atrida! ¿Por qué me haces esa pregunta? Ignoro si aquel vive o ha muerto, y es malo hablar inútilmente” (La Odisea, Canto XI).
Para que nuestras palabras sean “aladas” deben evocar buenas cosas, buenas ideas, que generen sentimientos positivos y acciones útiles a la sociedad en la que vivimos, que nos ayuden a nosotros y a los demás a encontrar nuestro camino y a saber qué cosas nos pueden dar buenos resultados y cuáles nos retrasarían en la conquista de nuestros anhelos y metas.
José Irak Nelson
Me gusta y concuerdo aunque, en el canto X de la Ilíada el Tidida le dice a Néstor estás palabras aladas:»eres infatigable anciano y nunca dejas de trabajar.¿por Ventura no hay otros aqueos más jóvenes que vayan por el campo y despierten a los reyes?!No se puede contigo anciano!».
Parece reproche y cumplido a la vez.
excelente denotacion y precisa explicacion que va a las fuentes primigenias.
Escribo una obra donde los personajes simbolicos hablan,me expandido el numen y la estro.
Gracias .