La burbuja de los filtros

Hablar del prusésA propósito del libro de Eli Pariser «El filtro burbuja» y del 1 de octubre.

Por un cierto mecanismo psicológico, estamos más inclinados a creer lo que hemos escuchado antes. Con la información como con la comida, somos lo que consumimos. Es algo que sabía muy bien aquel que dijo que “una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”. La inteligencia de nuestros lectores me permitirá obviar su nombre.

Por ello, por ejemplo, los «expertos» que invierten mucho tiempo en desarrollar teorías para explicar el mundo, después de algunos años de trabajar en ellas, tienden a verlas en todas partes. Este es el origen del geocentrismo, del antropocentrismo, del egocentrismo y hasta de los nacionalismos.

El problema en nuestro tiempo se agranda cuando buena parte de la información que llega a nosotros ya no es elegida por un editor, sino por algoritmos que tratan de mostrar lo que a nosotros ya nos gusta a priori. Nuestra identidad moldea nuestros «medios de comunicación», conformados por los resultados de las búsquedas de Google y de las actualizaciones de nuestros contactos de Facebook, que nosotros mismos hemos elegido.

Hacemos clic en un enlace, indicando un interés en algo, y esto implica que probablemente veremos más artículos sobre ese tema en el futuro, que a su vez es primordial para nosotros. Nos quedamos atrapados en un bucle y, si nuestra identidad se representa mal, comienzan a surgir patrones extraños, como la reverberación de un amplificador.

¿No explica este fenómeno la falta de entendimiento político? Nos hemos encerrado en un bucle y no aceptamos una opinión contraria. No somos capaces de valorar la posición de los demás. ¿Hasta que punto esta actitud viene ya predeterminada por los algoritmos que utilizamos a diario en nuestra vida en el mundo tecnológico digital, que antes llamábamos «virtual», pero que es cada vez más nuestro mundo real?

Los filtros de los algoritmos, el PageRank de Google y el EdgeRank de Facebook ya no solo modelan cómo vemos el mundo, sino también cómo pensamos y en definitiva cómo somos.

Las grandes empresas de Internet nos encierren en una burbuja construida con los mismos datos que nosotros hemos cedido a cambio de aplicaciones que pensábamos que eran gratis, pero que realmente vendían nuestros gustos y nuestra identidad. Tenemos que ser conscientes de esta manipulación, pero en este caso sabemos cuál es su objetivo.

No sabemos cuál es el objetivo y por qué ahora se ha instalado en nuestra vida un debate caduco que pensamos que habíamos superado en el siglo XX con la lacra de los nacionalismos, el racismo, los separatismos, los totalitarismos, etc. ¿Es que la única solución a los indudables problemas y defectos del capitalismo es volver hacia atrás a soluciones peores?

En momentos como el actual es importante volver a la filosofía de los clásicos. Por ejemplo a Sócrates y utilizar el diálogo y la razón para encontrar la verdad, método que él denominó mayéutica. Las enseñanzas de Sócrates conducen a través de la caverna de las falsas opiniones para salir a la luz de lo real.

Un consejo de David Casacuberta para nuestra vida en la red es obligarnos a buscar una pluralidad de fuentes informativas, buscar información desde diferentes perspectivas, saber establecer su fiabilidad y poder hacer una reconstrucción más o menos objetiva del tema que investigamos a través de una gran variedad de fuentes.

Y mi consejo es reflexionar más: ¿por qué Google me muestra esos resultados?, ¿por qué me aparecen esos anuncios en Internet?, ¿por qué todos hablan del «prusés»? Así quizás podamos conocernos mejor, y así conocer el Universo.

 

La foto está adaptada de una original de Manuel Calavera

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *