El segundo planeta estaba habitado por un Youtuber:
—¡Ah! ¡Ah! ¡Un admirador viene a visitarme! —Gritó el Youtuber al detectar la visita del principito.
Para los Youtuber todas las visitas son de admiradores.
—¡Buenos días! —dijo el principito—. ¡Qué sombrero tan raro tiene!
—Es para saludar a los que me aclaman —respondió el Youtuber. Desgraciadamente nadie hace un «me gusta» ni deja un comentario en mi vídeo.
—¿Ah, sí? —preguntó sin comprender el principito.
—Haz clic en la imagen de este pulgar hacia arriba —le aconsejó el Youtuber.
El principito hizo clic y el Youtuber le saludó modestamente levantando el sombrero.
“Esto parece más divertido que la visita al rey”, se dijo para sí el principito, que continuó haciendo clic mientras el Youtuber volvía a saludarle quitándose el sombrero.
A los cinco minutos el principito se cansó con la monotonía de aquel juego.
—¿Qué hay que hacer para que el sombrero se caiga? —preguntó el principito.
Pero el Youtuber no le oyó. Los Youtuber sólo leen las alabanzas.
—¿Tú me admiras mucho, verdad? —preguntó el Youtuber al principito.
—¿Qué significa admirar?
—Admirar significa suscribirse a mi canal y reconocer que yo soy el hombre más bello, el mejor vestido, el más rico y el más inteligente de mi canal.
—¡Si tú eres el único que publica en tu canal!
—¡Hazme ese favor, suscríbete de todas maneras!
—¡Bueno! Me suscribo —dijo el principito encogiéndose de hombros—, pero ¿para qué te sirve?
Y el principito se marchó.
“Decididamente, las personas mayores son muy extrañas”, se decía para sí el principito durante su viaje.