El sexto planeta era diez veces más grande. Estaba habitado por un anciano que escribía en una gran pantalla de ordenador.
—¡Anda, un editor! —exclamó cuando divisó al principito.
Este se sentó sobre la mesa y reposó un poco. ¡Había viajado ya tanto!
—¿De dónde vienes tú? —le preguntó el anciano.
—¿Qué sitio web tan grande? —preguntó a su vez el principito—. ¿Qué hace usted aquí?
—Soy bibliotecario de Wikipedia —dijo el anciano.
—¿Y qué es Wikipedia?
—Es un sitio web que sabe todas las cosas y la gente lo consulta para hallar cualquier conocimiento.
—Eso es muy interesante —dijo el principito—. ¡Ser wikipedista es un verdadero oficio!
Dirigió una mirada a su alrededor sobre el planeta del wikipedista; nunca había visto un planeta tan majestuoso.
—Es muy hermoso su planeta. ¿Hay océanos aquí?
—No puedo saberlo —dijo el wikipedista.
—¡Ah! (El principito se sintió decepcionado). ¿Y montañas?
—No puedo saberlo —repitió el wikipedista.
—¿Y ciudades, ríos y desiertos?
—Tampoco puedo saberlo.
—¡Pero usted es wikipedista!
—Exactamente —dijo el wikipedista —, pero no soy una referencia secundaria, ni tengo quién me informe. El wikipedista no puede estar de acá para allá investigando el mundo; es demasiado importante para deambular por ahí. Se queda en su despacho y allí lee las referencias. Interroga a los editores y toma nota de sus artículos. Si los artículos de alguno de ellos le parecen interesantes, manda hacer una investigación sobre si la referencia es primaria o si hay conflicto de intereses.
—¿Para qué?
—Una referencia que mintiera sería una catástrofe para la Wikipedia. Y también lo sería un editor de propósito particular o único.
—¿Por qué? —preguntó el principito.
—Porque estos editores pueden ser referencias primarias y en Wikipedia aparecería la versión del propio interesado en lugar de una neutral.
—Conozco a alguien —dijo el principito—, que sería un mal editor.
—Es posible. Cuando se está convencido de que la moralidad del editor no es buena, se hace una investigación sobre su artículo.
—¿Se lee y comprueba el artículo?
—No, eso sería demasiado complicado. Se exige al editor que suministre referencias. Por ejemplo, si se trata del descubrimiento de una gran montaña, se le pide que aporte muchos libros o artículos que lo refrenden.
Súbitamente el bibliotecario se sintió emocionado:
—Pero… ¡tú vienes de muy lejos! ¡Tú eres un editor! Vas a describirme tu planeta.
Y el wikipedista sentándose ante la pantalla, puso sus manos sobre el teclado. Las referencias de los editores se escriben primero en la zona de pruebas. Se espera que el editor presente sus pruebas para publicarlas en Wikipedia.
—¿Y bien? —interrogó el bibliotecario.
—¡Oh! Mi tierra —dijo el principito— no es interesante, todo es muy pequeño. Tengo tres volcanes, dos en actividad y uno extinguido; pero nunca se sabe…
—No, nunca se sabe —dijo el bibliotecario.
—Tengo también una flor.
—De las flores no tomamos nota.
—¿Por qué? ¡Son lo más bonito!
—Porque las flores son efímeras.
—¿Qué significa “efímera”?
—Wikipedia —dijo el bibliotecario— es la web más preciada e interesante; nunca pasa de moda. Es muy raro que una montaña cambie de sitio o que un océano quede sin agua. Los bibliotecarios escribimos sobre cosas duraderas.
—Pero los volcanes extinguidos pueden despertarse —interrumpió el principito—. ¿Qué significa “efímera”?
—Que los volcanes estén o no en actividad es igual para nosotros. Lo interesante es la montaña que nunca cambia.
—Pero, ¿qué significa “efímera”? —repitió el principito que en su vida había renunciado a una pregunta una vez formulada.
—Significa que está amenazado de próxima desaparición por carecer de calidad enciclopédica.
—¿Mi flor está amenazada de desaparecer próximamente?
—Indudablemente pasará a ser objeto del “borrado rápido”.
“Mi flor es efímera —se dijo el principito— y no tiene más que cuatro espinas para defenderse contra el mundo. ¡Y la he dejado allá sola en mi casa!”. Por primera vez se arrepintió de haber dejado su planeta, pero bien pronto recobró su valor.
—¿Qué me aconseja usted que visite ahora? —preguntó.
—La Tierra —le contestó el geógrafo—. Tiene muy buena reputación…
Y el principito partió pensando en su flor.
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