Una obra de arte… ¿invisible?

 

Visto en el periódico ABC del 29 de mayo de 2021 (no, no era el Día de los Inocentes):

«Un artista vende por 15.000 euros una escultura inmaterial, invisible, que no existe».

Para los ojos que uso para ver (porque los de la imaginación los reservo para mejores causas), lo que se ha vendido por un dineral es el aire que hay sobre las losas del suelo. La foto de la obra que publica el periódico así lo demuestra.

No tengo nada que alegar al título que le ha puesto el autor a su obra: “Yo soy”, culmen del pensamiento filosófico.

Me quedo con la explicación del artista porque no la puedo superar:

«Mi fantasía (…) me permite “ver” lo que aparentemente no existe. En el vacío hay un contenedor de posibilidades positivas y negativas (…), el vacío no es otra cosa que espacio lleno de energía, incluso si lo vaciamos de campos electromagnéticos, neutrinos, materia oscura, de todo… y solo queda la nada; según el principio de indeterminación de Heisenberg ¡nada tiene peso! (…) La intuición que tuve como artista, en lo abstracto y lo espiritual, está respaldada por la ciencia».

¡Ay, Heisenberg, la que has liao! Vaya ensalada de caradura, labia y física cuántica.

A veces pienso que hay alguien que quiere comprobar el grado de “dormitud” que tenemos (usando un término más propio de Les Luthiers que del castellano, pero el caso lo merece). Yo creo que ha pasado así:

Nos han preparado un somnífero de efecto retardado y lo han revestido de un agradable caramelo que nos invita a probar un poco para ir endulzando los pequeños traspiés de la vida cotidiana, aunque nadie que nos lo ofrezca aparentemente (situado muy a mano, eso sí).

Hemos ido sirviéndonos según nos apetecía y nos hemos ido amodorrando casi sin darnos cuenta.

Y ahora llega el momento de comprobar si la droga ha hecho su efecto y estamos lo suficientemente embotados. Así que nos presentan la obra más revolucionaria del arte, una obra inmaterial, invisible, innovadora, que reta nuestra capacidad de abrir nuestra mente a lo más…, a lo más… A lo más.

A mí me sugiere dos cosas. Primera: a alguien le sobra el dinero. Segunda: en un mundo desorientado, este artista es un portento (no por su arte): noticia de portada en los principales periódicos del mundo, trending topic en redes sociales, fama y dinero sin gastar en materias primas…, un fenómeno. Y ojo, que se ha venido arriba y ahora promociona otra obra inmaterial a la que ha llamado Afrodita y de la que solo veremos un círculo blanco sobre un adoquinado (el círculo no es la obra, es para que sepamos dónde está; como es invisible…). Lo presenta en Nueva York con el apoyo del Instituto de Cultura italiano. Nada que añadir.

¡Qué falta nos está haciendo la filosofía!

A nosotros, para pronunciar en voz alta lo que es evidente para el sentido común. O sea, lo que dijo el niño del cuento, que el rey está desnudo. Y a los protagonistas de esta historia para… que se tomen una aspirina. Nada hay superior a la verdad.

El arte, el verdadero arte, no necesita de explicaciones. Y además es necesario y deseable, porque cuando contactamos con una verdadera obra de arte, percibimos algo de la belleza que el artista ha traído para nosotros. No podremos acceder de forma innata a ese mundo superior, pero podemos compartir ese aroma de lo bello, de lo que nos recuerda que hay una parte sensible en nuestro interior capaz de volar un poco por encima de la fealdad que nos rodea. Y eso lo consiguen los artistas a través de las formas, los colores, los sonidos. Solo hay un requisito: que el artista sea un verdadero puente entre el mundo material y ese otro más sutil, y que tenga la habilidad y las cualidades necesarias para ponerlo a nuestro alcance y regalarnos parte de su don. Y su obra nos conmoverá aunque el autor no esté presente.

En fin, lo dicho: 15.000 euros por una obra que no existe.

Por cierto, yo tengo una obra igualita en el salón de mi casa. Si alguien quiere comprármela…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *