Coaching

¿Quién, a día de hoy, no ha oído hablar del coaching?

Se dice de todo y se conoce por aproximaciones, en general. Y resulta, más o menos, que tiene mucho que ver con todo lo que hacemos desde hace ya algunos años, en esta página; por eso lo traigo hasta aquí.

El coaching es acompañar o facilitar el camino a alguien para que vaya de donde está hasta donde quiere estar, o mejor aún, hasta donde puede llegar a estar. Y para ello, una persona, a la que llamamos coach, muestra, da pistas, acompaña, refleja a otra (coachee) lo que tiene dentro, refuerza sus herramientas y capacidades, se las hace ver, pero no desde fuera, sino con trabajo propio y descubrimiento personal del coachee.

El destino es un yo mismo más cerca de una vida elegida y de un yo real.

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El dios inseguro

Estaba Dios sentado en el borde del mundo, pensando…:  ¿qué puedo hacer con mi vida…?

Miraba hacia delante y lo veía todo confuso. Comprendía cómo funcionaba el mundo: las cosas nacen y mueren, pasan a formar parte de otras mayores, con más sentido. Él era parte de todo aquello también, porque la parte es al todo y el todo a la parte, y por eso se comprenden en su esencia.

Él era el todo y entendía a cada parte, lo cual no quería decir que creyese que siempre habían obrado bien las partes, no. Las partes hacían las cosas bien y mal, pero él las comprendía todas.

Y desde allí, desde esa comprensión, se planteaba si la vida tenía sentido… Es decir, una vez que ya entiendes, ¿para qué mover un dedo? Pero entonces, si no haces nada en tu vida ni con tu vida, ¿para qué estár aquí de un modo tan presente y consciente, y sobre todo, tannnn largo?

Dios estaba inseguro. Comprendía la esencia fundamental de la existencia, pero ¿para qué sirve cada momento una vez que lo comprendes todo? –se decía.

Allí sentado, pensando todo esto, comenzó a darse cuenta de que desde hacía rato estaba oyendo, sin escucharla, la música de las estrellas. Era genial, fantástica, y su esencia, común a todas, se puso a bailar.

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El sol perezoso

Había una vez un sol al que le costaba muuuucho levantarse por las mañanas. Empezaba a amanecer casi sin ganas, muy despacio y, algunos días, hasta se volvía a acostar, dejando totalmente despistados a los habitantes del borde del mundo. Luego, al rato, volvía a sacar una pierna gaseosa de luz brillante y decidía, finalmente, levantarse del todo y dar una vuelta alrededor del mundo de la tierra, de todo el mundo de la tierra, para que fuese de día en cada uno de sus puntos y todo pudiese funcionar.

El sol sabía que si él no salía tendría muchas quejas en forma de súplicas, rezos, maldiciones y todas esas cosas que lanzaban las personas de todos los puebles cuando no todo iba justo como querían. Era consciente de que si algún día se quedaba en la cama, como muchas veces le apetecía, nada funcionaría. Todo dependía de él, en realidad, absolutamente todo. Muchos días eso era lo que le hacía seguir adelante, aunque a veces, estando él solo con sus pensamientos, se daba cuenta de que ser tan importante le cansaba un poco.

Un día el sol se puso malito. No estaba seguro de si le dolía la cabeza o el alma, pero tenía muy alta la temperatura. Intentó un par de veces amanecer, pero al final le venció la desidia y se quedó todo el día en la cama. No quería ni imaginar lo que ocurriría. Algo horrible, seguro, pero él, aun así, no quería salir.

Sin darse cuenta se quedó dormido porque, en realidad, estaba muy cansado de llevar una vida tan rutinaria y, aunque llena de responsabilidades, poco elegida, y a las horas despertó. Su primera idea era bonita, todavía con un pie en el sueño, pero pronto recordó que hoy no había hecho lo que debía y le entró una intranquilidad terrible.

Abrió un ojo y no pudo ni creerse lo que vio: en algunos lugares de la tierra ¡¡¡era de día!!!

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Hoy es primavera

¿No lo notáis?, ¿no lo veis?, incluso aquellos a los que la nieve les topa el sombrero, ¿no lo sentís?

El sol no brilla en el cielo sino en todo lo demás, lucen los rostros, lucen los charcos que hoy son azules, las nubes trasladan los sueños de un mundo a otro. Los edifícios no son límite hoy, son camino. Las personas no piensan en lo mismo, toman decisiones, cumplen deseos.

Tus amigos son amigos de sí mismos, tus padres son padres de sí mismos, tus hermanos son tus amigos, tus amigos son tus hermanos, tu mirada es penetrable, todos dejan que pasemos a su hogar más íntimo; sin temor.

«Te amo» es el saludo de todos los pueblos, un saludo universal que todos conocen; «sigo aquí», la despedida de cada persona que se aleja, sólo por circunstancias. ¿Acaso puede alguien dejar de estar cerca de lo suyo?

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La historia interminable

Esa preciosa peli siempre me ha resultado intrigante. Habla de muchas más cosas de las que parece, como ocurre con casi todo en la vida.

A mí «la nada», esa que se come el mundo, imparable, me resuena al miedo, un miedo que paraliza, que poco a poco va haciendo que desaparezcas en todo lo que eres, despacio e incesante. Bien porque te acomodas a lo que parece que es suficiente en la vida, bien porque no te atreves a hacer eso que deseas, bien porque simplemente dejas de creer en ti. A partir de ahí todo lo que sabías de ti mismo irá desapareciendo, convirtiéndose en confuso, en inseguro, en irreal.

Y el único modo de salvarlo es el valor. En este caso, como en el cuento, tú mismo has de ser el protagonista, aquel que crea en Fantasía, aquel que crea en ti. A partir de ahí, desde ese momento, cuanto más luches, cuanto más imagines, cuanto más creas, más grande serás.

Pero, si en lugar de centrarlo en nosotros lo pasamos al mundo en general, micro, macro, todo él, entonces la nada puede ser igualmente la falta de fe, de valores, generalizada, de un mundo que de puro material está desapareciendo. Y la salvación solo vendría porque creamos en lo bello, seamos capaces de sentirlo, de lucharlo…, y cada vez ese mundo posible será más y más grande.

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Globos de color

Ayer llegaba tarde al teatro y me cogí un taxi. Nada más entrar le dije al conductor: «corra, por favor, que llego tade al Nuevo Apolo». Me respondió algo muy gracioso: «no se lo va usted a creer, pero hace justo dos horas Ana Duato me ha dicho lo mismo… corra, que llego tarde al Nuevo Apolo. Vaya casualidad, ahí justo donde usted va sentada, no me había pasado nunca».

Llegué a la carrera al teatro y resultó que la función había sido cambiada de hora, así que me dio tiempo a tomar unas cañas en una terraza cercana. Tras un rato buscando mesa, se levantaron dos rubias dejando una libre. Cuando les pregunté: «¿os vais?», me quedé perpleja comprobando que una de ellas era Ana Duato. No solo compartimos taxi ese día, sino que después usaríamos la misma mesa (que en Madrid es casi tan difícil como coger el mismo taxi) y el mismo teatro (miedo me da preguntar en qué asiento estaba…). No pude evitar hablar un poco con ella sobre lo ocurrido, fue bastante amable y sonriente.

Bueno, todo esto no da para más que un montón de casualidades, aunque no sé si Jung tendría algo que decir al respecto. Cuando menos, me quedaré con el dicho japonés según el cual tener tres casualidades con la misma persona en un día es un signo evidente de buena suerte para ambos.

Sin embargo, aquí no hay globos de color, ¿verdad? No, esos fueron en la función. Hacía tiempo que nadie me hacía sentir tan infantil, y eso es justo lo segundo que aprendí ayer (aparte de quedarme esperando una explicación a tanta casualidad con la actriz), aprendí lo sencillo que es desempolvarnos un poco el alma y el prana a la vez. Lo elevamos con belleza, pero lo acercamos con inocencia.

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Un plató de televisión

El martes estuve en la grabación del nuevo programa de televisión Dragolandia (territorio Dragó). No es que sea más o menos afín a este caballero, aunque me gusta parte de su obra, parte de su espíritu vividor y el modo en que lucha por lo suyo.

Siempre me han impresionado los platós de televisión. Te das cuenta de los dos mundos, o más, paralelos que se están dando a la vez. El mundo que saldrá por pantalla y el que todos creeremos después es uno. El que realmente se está dando en el plató, lleno de falsedades, decorados de cartón piedra, retoques de maquillaje, repeticiones de escenas, etc., es otro. El primero, completamente ilusorio, pero perfecto; el segundo, completamente real, desde el que se manejan los verdaderos hilos para que surja el milagro de la ficción.

Pero hay más mundos previos, el de la casa de alguien que piensa el guión, alguien más que diseña el decorado, alguien más que ensaya en su casa…

Incluso está el mundo de un «sin papeles», es decir, los espectadores. Personas que, en realidad, vemos todo lo que está ocurriendo sin ser actores, directores, guionistas… ni parte activa. Y, sin embargo, es desde ahí desde donde mejor se aprecian las cosas. Ves moverse a la Tierra desde el espacio, a la galaxia desde el universo.

Jodorowsky dijo en ese mismo programa algo digno de ser recordado:

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Biblioteca mundial digital

Dado que la filosofía es búsqueda de la sabiduría y el conocimiento nos lleva al entendimiento… cuelgo hoy un enlace de algo muy bueno que ha nacido para todos nosotros.

¡¡BIBLIOTECA DIGITAL MUNDIAL DE LA UNESCO!!

Joya de la Cultura. Patrimonio Universal. Documentos al alcance de todos. Reúne mapas, textos, fotos, grabaciones y películas de todos los tiempos. Tercera biblioteca digital en importancia después de Google Book Search  y el nuevo proyecto europeo, Europeana.

La BDM reunirá material universal invalorable: desde antiguos documentos de caligrafía antigua persa y china hasta los primeros mapas del Nuevo Mundo, pasando por pinturas rupestres africanas que datan de 8000 años a. C.

«Entre los documentos más antiguos hay algunos códices precolombinos, gracias a la contribución de México, y los primeros mapas de América, dibujados por Diego Gutiérrez para el rey de España en 1562», explicó Abid.

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El rollo de la filosofía

Cada día me sorprendo más de lo rollo que es la filosofía. Rollo por larga, rollo porque afecta a todo, rollo porque existe desde siempre. Y es que te la encuentras en cualquier cosa, oye, sin poder evitarlo. ¿Que te pasa algo bueno?, lo vives con filosofía y aprecias la belleza de la vida; ¿que te pasa algo malo?, lo tomas con filosofía y aprendes los tropiezos y curvas del camino.

¿Que hace un día soleado?, miras al horizonte, con ojos de filósofo, que para eso lo podemos ser todos, y descubres que la Naturaleza no depende de nadie, que sigue su curso, en el que en realidad estamos inmersos. Y entonces notas la grandeza de todo lo que existe y no te sientes pequeño, sino afortunado de haberte dado cuenta, porque a partir de hoy andarás con más filosofía aún, con más sabiduría aún, con más perplejidad aún.

¿Que hace un día nublado?, comprendes por qué existen las corrientes negativas teóricas en el tema, pero no comprendes por qué no superaron esa primera tendencia a creer que lo gris es solo gris. Por qué no vieron que la lluvia es necesaria para que salgan flores, para que mejore el ambiente, para que todos nos cobijemos y en ello tendamos al interiorismo, tan real y necesario como la comida misma.

Quizás la diferencia, como decía Abraxas en sus «colores», sea el modo de mirar. Ya que un poco más atrás de la primera capa de cada persona, de cada acontecimiento, de cada tormenta, siempre hay un corazón que late.

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Opositor: ese gran desconocido

Como algunos saben por aquí, acabo de preparar mi tercera oposición ya. No sé si con buen resultado, como siempre es así en estas lides.

Y ahora me toca, porque a ello me comprometí y creo es necesario, hablar de este colectivo aparentemente cabizbajo y con extrañas costumbres… como la de estudiar de modo incesante, no quedándole tiempo para más.

El opositor es un ser encomiable. ¡¡Anda ya!!

En serio, es un propósito opositar para el que no todo el mundo vale, y mucho menos… para aprobar. Ahí como se le ve, tan aburrido, tan… poca cosa. Requiere un talante templado donde los haya, una voluntad de hierro y una visión muy clara de que el objetivo está por encima de las emociones que nos acosan. Yo digo que opositar es un gran entrenamiento para la vida.

La pájara, por ejemplo, es un conocido nuestro: sabemos que vamos a caer de vez en cuando en un deseo profundo de echar a correr, de abandonar, de sentir que nada tiene sentido, de llorar incluso. Pero todos los opositores profesionales conocemos la receta adecuada: descanso.

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