Hoy hay muchas cosas que podría contaros, y cuando me ocurre esto, me dan ganas de hablaros de todo ello como si, de modo similar a aquella entropía que mostraba Cyrano, ellas solas encontrasen su unión coherente.
Por ejemplo, y por comenzar por algo, escribía hoy a un buen amigo que cada uno debe encontrar sus colores en la vida, que después de mucho rebuscar entre brillos y sombras, seleccionar el trigo de la paja, he llegado a saber que mis propios colores son el sentido profundo y la solidaridad. Son colores que me llenan, que no me cuesta echar fuera para que sirvan a otros. Creo que cada cual debe buscar los suyos para pintar con ellos el mundo. Entre todos saldrá el cuadro perfecto, el más real, el hecho por hombres que se conocen a sí mismos y se expresan como son.
Se lo contaba a cuento de un paso atrás dado por alguien cercano, un cambio de rumbo, un standby de esos que, en el fondo, nos hace estar más próximos a lo que somos.
No llego a comprender por qué rectificar suele considerarse algo malo. Es posible que se asocie a la idea de que has perdido el tiempo mientras hacías aquello que hoy has dejado. Sin embargo, todo lo que nos ocurre nos da cierta forma, bien en el costado derecho, bien en el izquierdo, bien nos pone un poco de arcilla, hoy sin sentido, que con el tiempo será un bonito adorno o una útil asa en el jarrón que cada uno somos. Todo sirve, todo suma.