Platón todavía funciona…

PLATON FUNCIONA

–Sí, se están muriendo de hambre pero no lo saben y tampoco quieren oírlo.

–No lo entiendo. ¿Por qué siguen aguantándolo?

–Echa un vistazo aquí debajo –le dijo Willie levantando una de las puntas del mantel para mostrarle todos los tobillos atados con cadenas a lo largo de la mesa.

Parecía algo increíble. –¿Están encadenados a la mesa? Entonces, ¿por qué parecen tan felices?

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La vida también palpita en la sombra

higuera

¿Qué tienen en común el estrangulador de Boston y la higuera estranguladora? El apellido, evidentemente, pero también su forma de actuar. Por supuesto, la higuera con más estilo, ya que actúa delante de nuestros ojos y no nos damos cuenta. Y, además, no deja huellas. Hay plantas que tienen costumbres tan poco recomendables como las de los humanos.

En los bosques tropicales, los árboles tienen hojas todo el año y la competencia por la luz hace que se forme un tupido techo vegetal en la cima, que apenas deja pasar la claridad hasta el suelo. Quien quiera luz ha de ir a buscarla. Aunque las posibilidades de una higuera parezcan escasas, la muy cuca puede llegar arriba como semilla a través de un ave que la haya ingerido y la deposite en un punto favorable de un tronco en el que se haya acumulado suficiente materia orgánica.

En ese caso, puede germinar y comenzar a crecer muy lentamente. Poco a poco, desarrolla un grupo de raíces que van abrazando a su anfitrión, y otro grupo de raíces, aparentemente inofensivas, que van descolgándose sigilosamente y sin prisa en el aire hasta que, con el tiempo, llegan al suelo. Entonces la planta, ya bien alimentada, acelera su desarrollo, y las raíces que envuelven el tronco principal engordan y forman un enrejado. La suerte de su casero está echada.

Pasan los años y las raíces que abrazan todo el tronco engordan más y más, asfixiando a su víctima y robándole todo el alimento. Finalmente, el árbol anfitrión muere y su tronco se pudre y desaparece, pero la higuera no se cae. Sus raíces ya han formado un cilindro hueco donde antes hubo un tronco vivo, capaz de mantenerse en pie por sí mismo. Como en las buenas historias de crímenes, el asesino se ha deshecho de su víctima sin dejar rastro.

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Banco solitario que observas…

BANCO SOLITARIO QUE OBSERVAS

Banco solitario, que observas desde tu puesto cómo la vida pasa…

Centinela de matices, que desvelas el secreto de los otoños rojizos y de los verdes veranos…

Reposo del fatigado, que te halla en su camino mientras ansía cobijo de su diario ajetreo…

Encuentro de enamorados, a los que oyes jurarse las más bellas intenciones para erigir su mañana…

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Las ventajas del trabajo en equipo

TRABAJO EN EQUIPO

Esta es una historia que sucedió muy lejos, en la Antártida, un sitio muy peculiar, porque hay tanto hielo, que cubre cordilleras montañosas tan altas como los Alpes, aunque solo las cumbres sobresalen.

Allí vivía una colonia de grandes pingüinos, los emperadores. Había unos 25.000 en aquella barriada, que se conocían de haber recorrido los mismos caminos durante más de un invierno, aunque cada uno era cada uno, y eran muy celosos de su pequeño espacio y de su familia. Se solían hacer compañía transitando la ruta hacia la comida y organizando la crianza de las nuevas generaciones. La Antártida es un lugar en el que tienes que darte prisa para criar a tus hijos si quieres que sobrevivan, y además tiene que ser en verano para que no se congelen antes de nacer. Por eso hay que tener todo muy bien sincronizado con el paso de las estaciones si quieres llegar a poder contar historias como esta.

Cada mamá puso su huevo en el momento convenido, y encargó al papá la difícil misión de mantenerlo calentito durante cuatro meses para que naciera el pingüinitín. Ellas habían hecho su parte y no se iban de vacaciones, sino que tenían que recorrer 180 km de hielo para llegar al mar, alimentarse, engordar y recoger alimento que tenían que traer a sus crías recién nacidas cuatro meses después una vez recorridos los 180 km de vuelta.

La papeleta del padre tampoco era moco de pavo. Le tocaba el turno de guardia de noche (y es que en la Antártida no se hace de día cada día, sino que se hace de día cada varios meses) a una temperatura exterior de 70 grados bajo cero (¡brrr, qué frío!). Así que, con la luz apagada y mucho empeño, los papás acogieron a su huevo en una bolsa que los mantenía 80 grados por encima de la temperatura externa.

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La solución a nuestras inquietudes

INQUIETUDES

Aquellos que están llenos de vanidad con la codicia penetran en una corriente que les atrapa como la tela que la araña ha tejido de sí misma. Por esta razón, el sabio corta con todo ello y se aleja abandonando toda tribulación  (Dhammapada)

Hay días en que uno se levanta y si no tiene bien puestas las orejeras puede ocurrir que caiga fulminado por el torrente de noticias envueltas en crisis.

Más o menos, casi todos nos hemos dado cuenta de que el origen de muchos desajustes actuales que afectan a nuestras circunstancias materiales cotidianas está en males anteriores, y que esos males tienen mucho que ver con la falta de valores éticos.

Caramba, qué coincidencia.

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La vida pasa…

PASA LA VIDA

“Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo” (Momo, Michael Ende).

La vida pasa…

Pasan los días, los meses, los años: “Caramba, ya es Navidad”; “Huy, mira Pepito, ya es mayor de edad”; “Sí, ya soy abuelo”…

El reloj de arena deja caer su oro implacablemente, sin pausa, sin excusas, sin interrupciones. Y lo que cayó ya no volverá más…

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Chismografía

chismografia

¿Pensábamos que lo de chismorrear era una enfermedad propia de nuestro tiempo? ¿Que era un invento de las teles? (Bueno, hay que reconocer que fomentan mucho este asunto, para qué nos vamos a engañar). Pero ya Francisco Rodríguez Marín, a caballo entre el siglo XIX y el XX, escribió este soneto al que tituló

CHISMOGRAFÍA

Dícenme que decís, ex reina mía,

que os dicen que yo he dicho aquel secreto.

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Apreciar lo que tenemos

APRECIAR

 

A veces, dedicamos tanto tiempo a echar la cuenta de lo que no tenemos y de lo mal que se nos ponen las cosas en el quehacer de todos los días (mi trabajo peligra, la crisis me amenaza, Pepito –o Pepita– no me quiere), que se nos olvida apreciar todo lo bueno que cae en nuestro camino, y la existencia se convierte en un campo de batalla donde a veces nos peleamos con el enemigo equivocado, mientras el tiempo avanza inexorablemente en el reloj de arena que la vida dejó en nuestra mesilla de noche cuando llegamos.

Como filósofos, sabemos que la vida está ofreciéndonos continuas lecciones, a veces con situaciones que juzgamos positivas, a veces con aparentes injusticias que el destino nos envía sin que en nuestra opinión nos hayamos merecido tal prueba.

Puede ser que solo sea cuestión de poner un poco de atención, porque parece que no es mal de nuestro tiempo, sino que acompaña a la naturaleza humana desde siempre. Ya Cervantes (que paseó por Castilla allá por el siglo XVI nada menos) lo caló en esta letrilla: Continue reading

El otro día, en el parque…

PARQUE

¡Ah! ¡Qué gusto ver jugar a los revoltosos pequeñuelos en los parques infantiles! Tan alegres, tan confiados, tan espontáneos, tan ricos ellos, tan… “angelitos”.

¿Espontáneos? Claro, es la ferocidad de la tierna infancia, la aventura imaginaria que prima sobre la cruda realidad mía de que me estoy mojando los pies porque llueve.

Cerca de mí, combaten los piratas del Caribe.

No me preocupa el enano, que no tendrá más de seis años. Es un niño normal, como todos, sin conciencia del peligro o de su fuerza, como corresponde a su edad. Y completamente inocente.

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Lo que somos y lo que parecemos

Ayer pensé que la civilización está cayendo. ¿Cómo llegué a conclusión tan sesuda? Viendo la tele.

Andaba yo haciendo zapping para encontrar algo tragable, y no encontraba nada que mereciera el rato que me estaba pasando allí. En el recorrido por las ondas, tuve una revelación.

Fue mientras escuchaba a una niña aconsejar a su madre la chocolatina que debía comer (la que debía comer la madre). Era un anuncio de estos que si tienes costumbre de sentarte un rato ante la tele todos los días, acabas viéndolo cuatrocientas veces. Lo mejor del caso es que termina por parecerte lo más normal del mundo.

Presté más atención y elegí pasar el rato viendo anuncios. Qué buena idea. Chulísimos. Como me siento a ver la tele de ciento en viento, fue como si viera una película de estreno.

Y de esta guisa, vi niños que les decían a sus padres qué coches tenían que comprar, madres que sonreían felices porque habían descubierto que la demostración más rotunda de que quieres a tu hijo es que le des una determinada marca de cereales para desayunar, hombres que aceptaban con una sonrisa el supremo consejo de que fregar con un lavavajillas concreto es lo que te permite llevarte al huerto a tu chica, y maridos que rechazaban un antigripal para tener la disculpa de no visitar a los suegros.

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