Conocer a otros es inteligencia; conocerte a ti mismo es la verdadera sabiduría.
Controlar a otros es fortaleza; controlarte a ti mismo es el verdadero poder.
(Lao Tse)
Alegoría de la Filosofía, del pintor Francesco de Mura
Muchos son los eslóganes que se lanzan y corean en encuentros reivindicativos para legitimar cualquier aspiración de un grupo (“el mío”), sea religioso, político o deportivo, y que evidencia que lo que hacen “los otros” es ignorar “mis” derechos o “mis” ideas.
Es bueno defender las propias ideas y los propios derechos, siempre que sean razonables, éticos y verdaderos.
Detalle de “La calumnia de Apeles”, de Sandro Botticelli
La sectología podría definirse como la ciencia que consiste en identificar, clasificar, etiquetar y hacer correr la voz sobre grupos de personas que se dedican a actividades que no cuadran con lo que los rastreadores de sectas consideran que deberían ser sus actividades.
Digo “podría definirse” (en condicional), porque “no se puede” (en presente).
No es ciencia. Es bulo, trama de novela, argumento de historieta humorística y otras cosas. Pero ciencia, no.
Es un arte antiguo (lo de la sectología). La sectografía histórica nos muestra que ya en el siglo V a. C., los vecinos de Pitágoras se empeñaron en tildarlo de “sectario” porque dirigía una comunidad que pretendía vivir según unas normas de ética y convivencia que no eran exactamente las que regían por aquellos contornos. De Pitágoras, algo sabemos. De sus vecinos, ni rastro.
Puede que alguna vez hayamos pensado que no tuvimos mucha suerte al aparecer en un mundo en el que la guerra y la violencia están a la orden del día. Uno de los motores que parece impulsar hoy la violencia a nivel planetario es el fanatismo religioso. Pero no, lo del fanatismo no es una cosa inventada en el milenio que hemos inaugurado. Ya venía de atrás.
Para empezar, el fanatismo no es exclusivamente religioso; hay fanáticos religiosos y fanáticos antirreligiosos. Y también hay fanáticos de un equipo de fútbol o de un cantante de moda. O sea, que el fanatismo es una actitud que se toma hacia el mundo que nos rodea.
Lo que pasa es que los grandes fanáticos, o sea, los fanáticos que son peligrosos, suelen venir de la mano de un determinado credo, porque están guiados por dirigentes que se autoadjudican un poder que al parecer les ha otorgado el mismísimo Dios.
No nos ceguemos pensando que son siempre los mismos. Qué va. Lo que hoy hacen los de un color y unas creencias, ayer lo hicieron los de otro color y otras creencias; lo que hoy se origina a miles de kilómetros, hace no tanto lo teníamos en casa; así que todos los humanos nos movemos básicamente por los mismos resortes, y para comprobarlo no tenemos más que estudiar un poco de Historia (¿será por eso que no interesa mucho que se estudie Historia?).
Todas las religiones contienen joyas de sabiduría válidas para todos, que podemos descubrir si no nos dejamos enredar por la letra muerta y por los fanáticos que lo estropean todo con su actitud ciega.
«Govinda, el gran Maestro, leía las Escrituras sentado en la roca cuando Raghunath, su discípulo, orgulloso de sus riquezas, llegó hasta él y le dijo inclinándose: “Te traigo un pobre regalo indigno de ser aceptado por ti”. Y lució ante su maestro un par de brazaletes de oro y piedras preciosas.
Cogió el Maestro uno de ellos y lo hizo girar en su dedo, y las piedras lanzaban flechas de luz. De pronto se le escapó del dedo el brazalete y cayó, saltando por la roca al agua.
Raghunath dio un grito y se arrojó al río. El Maestro volvió sus ojos al libro. El agua aprisionó y ocultó su robo y siguió su curso.
Cuando Raghunath volvió, cansado y chorreando hasta su Maestro, el día se estaba ya apagando. Anhelante, le dijo: “Si me dices dónde cayó el brazalete, quizás pueda encontrarlo todavía”.
El Maestro cogió el otro brazalete y, tirándolo al agua, le respondió: “¡Allí!”».