Me encuentro ahora de viaje, fuera de mi lugar habitual de residencia. Y aunque en Internet no existen los lugares físicos y mucho menos las fronteras, ciertamente seguimos con nuestras costumbres del mundo no-virtual. Lejos de nuestro cotidiano punto de acceso, de nuestro ordenador, de nuestra rutina diaria, afrontamos un mundo incierto en el que nos faltan las costumbres que nos hacen sentirnos cómodos.
Cuando me marché de viaje, dije a mis compañeros de blog: «seguid vosotros escribiendo, pero si tengo inspiración para escribir y conexión a Internet, ya colgaré mi propio blog».
Y ahora, al pensar en ello, me di cuenta, como aprendiz de filósofo, que en la vida muchas cosas dependen de la inspiración y de la conexión…, y si me apuráis casi todo es exclusivamente conexión.
En cierto modo la inspiración, en el sentido clásico, es también una forma de conexión: es conectar el mundo de las ideas con el mundo de la plasmación. Es contactar con las musas del arte para poder plasmar una obra. Inspiración es también tener algo que contar, algo que compartir. Pero, de nuevo, tenemos algo que contar cuando estamos llenos, cuando nuestra vida emocional, mental y sobre todo espiritual nos aporta lo suficiente como para poder dar a los demás. ¿Cuándo ocurre esto? Cuando logramos conectar con la fuente de inspiración de emociones, de ideas o de vivencias espirituales.
Al final todo se resume en poder tener conexión. Algo que es evidente en el mundo de Internet, pero que nos olvidamos que es también muy necesario en el mundo cotidiano, en nuestro diario quehacer. Un ordenador sin conexión a Internet es perfectamente concebible, pero incompleto. Porque permanecería completamente aislado del resto de ordenadores, y aunque así evitaría contagiarse con un virus, tampoco tendría actualizaciones. De cierta forma, nosotros, sin esa conexión que antes he mencionado en los tres mundos, emocional, mental y espiritual, estaríamos incompletos. Y aunque así evitaríamos los virus emocionales y mentales si viviéramos aislados del mundo, tampoco lograríamos nuestra actualización espiritual, para así mejorar nuestro sistema operativo.