
Recuerdo a un compañero de trabajo que, a propósito de una conversación sobre música, en la que yo calificaba a Beethoven como un genio, me decía:
–Bueno, sí, es cierto, Beethoven sabía mucho de música, pero también es cierto que yo no sé nada de música, pero sí sé mucho de banca.
Recuerdo que no seguí la conversación. ¡Igualaba su genio al de Beethoven!
Yo creo, y la practico en mi vida diaria, a mi nivel, claro, en la igualdad. En la igualdad de posibilidades de las almas humanas. Y creo que no es menos un genio porque sea blanco ni negro ni amarillo, ni porque sea semita, gitano, europeo o americano, o australiano. Ni porque sea heterosexual u homosexual. Ni porque sea cristiano, musulmán, budista o animista. Ni porque sea monárquico, republicano, anarquista, ni lo que quiera ser. Ni porque sea guapo, feo, alto, bajo, hombre, mujer, joven, anciano, pobre, rico, noble o plebeyo.