Señores, es Navidad

Este concepto que tantas emociones y reacciones genera en nuestro entorno y nuestro fuero es tan susceptible de inquieta lupa como todo lo demás.

Me sorprende agradablemente comprobar cómo la gente es capaz de ponerse de acuerdo, simplemente por tradición, y adornar todos a la vez sus negocios y casas, juntarse con los cercanos, comer mucho más de lo que pueden y apostar al unísono por un número cualquiera, justo a finales de diciembre.

Bueno, luego tenemos a otros viscerales, los menos, que no soportan estos días, aunque no saben muy bien por qué; el motivo más popular: «es solo cuestión de marketing». Dejaremos aparte a todos aquellos a los que realmente no les apetece celebrar por tristezas varias.

¿Y si no fuese solo cuestión de marketing…? A mí esa frase me suena como lo de que el mundo y todos sus seres no son más que una casualidad. Me suena a simplificar, a enfriar, a minimizar. Gusta tanto el nihilismo, el minimalismo, que ha dominado el mundo interior, o incluso el pensamiento popular: «si no lo entiendo, será que no existe»; fin del problema.

Continue reading

Hijos, ¿de quién?

A pesar de que mi naturaleza e instinto han luchado siempre por formar una familia, se genera, observando el mundo, la duda: ¿tiene sentido tener hijos?

Por supervivencia de la especie parece que no resulta muy necesario, pues ya sobramos unos cuantos millones en el planeta.

Por supervivencia de unos valores a transmitir… ¿cuáles?, ¿los de qué cultura? Si aún no nos hemos puesto de acuerdo en cosas tan elementales como si los derechos humanos deben cumplirse o no. Resulta que los mismos que los firman se dan la vuelta y los incumplen en honor al dios dólar.

Todo es físico, químico, molecular, astronómico, nada depende de nosotros, ¿para qué ese empeño en permanecer si las grandes fuerzas de la Naturaleza y el universo marcan lo que ocurre?

Continue reading

La indiferencia

A mí se me importa poco
que un pájaro en la Alamea
se cambie de un árbo a otro.

Esto escuché una vez hace muchísimos años a un hombre sabio. Y no se me ha vuelto a olvidar porque, de forma muy poética y gaditana, describe muy bien la indiferencia, en este caso más bien orgullosa.

Hoy andaba por la calle con mis perros y me pregunté sobre la indiferencia. ¿Qué era, de dónde nacía, podía ser buena o mala, era síntoma de algo, existía realmente?

Pensé que un filósofo, como ser humano que de todo se asombra, no podría ser indiferente a cosa alguna. Cualquier cosa, incluso las que parecen más nimias al hombre vulgar, es de gran interés para él.

Continue reading

Miradas

Me leyeron hace unos días un artículo que me interesó mucho, sobre un tema del que ahora no me acuerdo. De lo que sí me acuerdo es que el articulista contaba que, mientras él escribía, su perro le miraba, como siempre acostumbraba, con mirada de “asombro perenne”.

Yo tengo una perra, de nombre Turca, o más bien debería decir: vive una perra conmigo. Y me hizo pensar en ella, y en su mirada. Tiene Turca una mirada… No sé qué hay en esos ojos, pero es lo más cercano que encuentro a la pureza. Sus grandes ojos negros son limpios y transparentes. Te asomas a ellos como a las aguas quietas de un lago profundo.

Seguramente Dios sí la hizo a su imagen y semejanza. Y no fue necesario expulsarla del paraíso. Vive en él, y nada sabe del bien ni del mal.

Su silencio es solo de palabras. Sus ojos hablan mucho más que cualquier libro de poesía. Su voz está en el aire, en la luz que desprende su mirada. ¿Para qué quiere la palabra? Todos sabemos que solo es claro el lenguaje del corazón. Y ella lo tiene. Grande y limpio.

Siempre descansa cerquita de mí. Ella sabe que estoy a su lado. Con mi compañía le basta. Le rodea mi hálito. Y ella me rodea con el suyo. Es su mundo. Es el mío.

Continue reading

Cambiar el mundo

Suena el título de este blog a rimbombante, nada menos que “¡cambiar el mundo!”, como si eso fuera tan fácil o pudiera hacerlo cualquiera que se lo proponga. Pues no, no van por ahí los tiros; más bien me refiero a un maravilloso instinto, consciente o no, que casi todas las personas tenemos a determinadas edades y muchas veces, las menos, nos lo llevamos, o nos lleva, hasta la mismísima tumba, supongo que por aquello de “genio y figura hasta la sepultura”. Me refiero al anhelo que siempre hay en la gente joven de cambiar el mundo, una fuerza que los hace soñadores y atrevidos para luchar por un cambio a mejor, para transformar aquello que no les gusta de una sociedad que han heredado.

Yo también fui joven hace algunos años, yo también estuve en los veintitantos. Recuerdo que nos vestíamos con vaqueros roídos, camisas militares varias tallas más grandes que lucíamos por fuera, o una camiseta del Che. Solíamos reunirnos en pandilla, y el que más o el que menos tocaba un poco la guitarra, cantábamos canciones de Luis LLach, de Serrat, de Víctor Jara, Mocedades, incluso de José Antonio Labordeta, a quien tuve el placer de oír en un concierto y ponérseme los pelos de punta con esa canción que dice: “Habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad». Había en todas nuestras actitudes una rebeldía hacia todo, la sociedad de consumo, la religión, la política, el ejército, nuestros padres… queríamos cambiar el mundo pero no sabíamos como.

No creo que la juventud de ahora, pese al botellón y sus modas rompedoras de llevar pantalones de la talla 48 teniendo cintura de 36, sea muy diferente a nosotros cuando teníamos su edad, no en esa inquietud y necesidad de querer cambiar el mundo. Prueba de ello es el auge que está teniendo el voluntariado; quieren hacer cosas, quieren ayudar allí donde se les necesita, hacen realidad aquella frase impresionante de Nietzsche que dice: “En el esclavo lo noble es ser rebelde, en el hombre libre lo noble es ser obediente”. Ojalá les dure mucho esa libertad que les permite ser obedientes a su anhelo de mejorar las cosas, ojalá nos lo contagien a todos, tengamos la edad que tengamos, ojalá.

Los muros

Los filósofos, y más aún los aprendices de filósofos, no nos consideramos en posesión de la verdad, sino buscadores de la misma. Y digo esto porque hoy quiero hablar de un asunto de gran actualidad, sobre todo en el país en el que me encuentro esta semana (EE.UU.), y sobre el que no tengo una opinión formada.

Se trata del muro del que EE.UU. acaba de aprobar su construcción para impermeabilizar la frontera con Méjico (que me perdonen los puristas, pero suelo escribir EE.UU. en lugar de USA y Méjico en lugar de México).

A los europeos la palabra muro, como en los test psicológicos de Galton de asociación de palabras, nos trae a la mente la palabra vergüenza. Y así, desde España, nos parece que levantar un muro para aislar EE.UU. de la inmigración centro y sudamericana es una vergüenza.

Es una vergüenza que los hombres no solo impongamos fronteras artificiales en un planeta esférico que no tiene «bordes», sino que además reforcemos las fronteras con muros.

Es una vergüenza que no hayamos aprendido nada tras la Segunda Guerra Mundial y la división europea que culminó 16 años después en el Muro de Berlín. Y que ahora Israel quiera también construir un muro en Gaza.

Continue reading

Diógenes

Hace unos días nos reunimos en casa unos amigos, y, estando rodeados en la mesa como estábamos, de jamón serrano, queso de oveja manchega, espléndidos boquerones en vinagre con su necesaria cebolleta fresca, buen vino de León y demás exquisiteces de nuestra bendita tierra, comenté que, considerándonos filósofos, pensaba en qué diría mi querido y admirado Diógenes de semejante reunión.

Alguien dijo:

–Bueno, sí, Diógenes solo comería lo que le diesen, y dormía en un viejo barril, desnudo de todo lo superfluo, pero también es cierto que se confesaba pajillero.

Algo de humano tendría que tener. Os cuento esta anécdota porque me ha sucedido a veces que tras enviar alguno de mis escritos, en los que hablaba, pongamos por caso, de Mozart, de los romanos, o de alguna persona en particular, viva o muerta, famosa o no, alguien me ha contestado que estoy muy equivocado. Que Mozart era en su vida corriente un imbécil infantiloide, que los romanos eran unos borricos con dos patas, o que tal persona no era como yo la describía, que yo estaba muy equivocado y que en realidad era un sinvergüenza.

Y siempre he contestado lo mismo a estas objeciones. Que me importa un pepino si lo que pienso y siento de ellos se acomoda a la realidad o no. Que lo que me vale son los valores que extraigo de ellos, lo que me aportan tal como los pienso (o los sueño)

Continue reading

¿Por qué lo hacemos?

En congruencia con el festejo del blog número 100 y quedando pendiente hablar de la mujer a cuento de Hipatia, para otro día, quisiera recordar, en nombre de todos los que hacemos este blog, por qué comenzamos, por qué nos motiva tanto. Siempre es bueno tener presente lo que nos mueve, repeinarlo y relucirlo, precisamente para que la libertad se dé, para que las grandes inquietudes no se conviertan al paso del tiempo en un porque sí. Desde luego ese no es nuestro caso, no dejan de surgir nuevas ideas y ganas de muchas posibilidades que en ocasiones dejamos «en espera» por cuestiones de tiempo o de logística.

A los blogueros acropolitanos nos gusta lo que hacemos y, sobre todo, nos gusta hacerlo así, exactamente de este modo. Cabe la posibilidad de que los de la escuela más pura se crean que lo nuestro no es filosofía, que hacemos poco hincapié en los filósofos que durante toda la vida han dejado su huella, que no parecemos doctos. Pero lo cierto es que lo hacemos aposta.

Ya otros se han ocupado de escribir libros, de ser magnánimes con sus frases. Nuestro propósito es otro perfectamente compatible con los «grandes» filósofos de los que todos bebemos. Nuestro propósito es hacer llegar la filosofía, precisamente, a quien no conoce esas teorías, a quien se asusta de ellas no por lo que dicen, si no por lo elocuentes, por su «brillantina». Y, por otra parte, compartir la práctica de la filosofía bien vivida, más que hablada, más que resabida con todos aquellos que conocen y admiten todas sus dimensiones como ser humano.

Estamos convencidos de que todo hombre es un filósofo aunque no muchos sean conscientes de ello. Nuestro sueño es que la filosofía salga a la calle y llene los bares, los atascos, los partidos de fútbol, los hogares, porque, realmente, ¿qué no es filosofía?

Pretendemos, deseamos, soñamos hacer de la filosofía algo cotidiano y para ello la traducimos de los «grandes» a los «muchos» y la inducimos de nuestro día a día para ellos.

Continue reading

100 blogs y 812 comentarios

Pues sí, hemos llegado a la barrera de los 100 blogs y no pocos comentarios. No soy muy amigo de celebraciones tipo “aniversario”, lo confieso, y quizás por eso (la vida tiene esas cosas) me ha tocado a mí escribir unas palabras sobre la trayectoria del blog hasta ahora.

Los lectores solo podéis ver la parte que se muestra del blog, pero esto se parece a un teatro con sus bastidores, sus camerinos, sus personajes… y como suele pasarle a los actores al preparar una obra, siempre algo se nos pega, en algo cambiamos y crecemos con cada función. Os puedo asegurar que los tres que empezamos esta andadura (Tachen, Altea y yo mismo) hemos sufrido de cierta alquimia, hemos tenido nuestras diferencias que, a su vez, han inspirado varias reflexiones interesantes; también ha habido pequeñas luchas por definir una línea, por abrir la puerta de este guiñol de palabras a otros candidatos, de los que finalmente quedó Abraxas, después de, él también, hacer cambios en su forma de escribir para adaptarse a la idea de este blog. Finalmente, con la incorporación de las frases de Quijote (que aún no sé quién es) hemos completado un pequeño equipo que, creo, está funcionando bien.

El diario de un filósofo cotidiano pretendía (y pretende aún) mostrar el día a día de un *acropolitano (*socios de Nueva Acrópolis). Como habréis podido comprobar no somos sabios (todavía, todo se andará), ni seguimos ideas filosóficas concretas con las que nos puedan encasillar; eso sí, tratamos de ser filósofos y para ello estudiamos el maravilloso legado que nos han dejado otros filósofos de otras épocas, sin perder de vista, claro, a los que tenemos ahora, que no son pocos y a veces se camuflan de científicos. Pero no estudiamos la filosofía para engrosar nuestros conocimientos, ni para deslumbrar a nadie, ni para sentar cátedra de nada, si no para saber… y sabiendo… cambiar. ¿Hacia dónde? Pues en la dirección de nuestras propias inquietudes y en la medida de nuestra necesidad interior, no hay más. Eso es en esencia lo que entendemos por ser filósofo, y son esas vivencias las que alimentan este blog.

Si merecemos pitos, aplausos, simpatías y complicidades filosóficas o todo lo contrario, es algo que vosotros, los lectores, solo podéis decidir.

Gracias a todos por leernos, y gracias también a los que, venciendo su timidez, nos dejan sus comentarios.

Carbono

Quizá fuera en el colegio cuando escuché por vez primera la historia del carbón y el diamante. Pero a lo largo de mi vida nunca dejó de fascinarme su misterio.

“El carbón y el diamante tienen idéntica composición, a saber, átomos de carbono, solo que el diamante está cristalizado y el carbón no lo está”.

Y yo escuchaba con la boca abierta, atónito, embelesado, representándome ambas cosas en mi imaginación. Un carbón negro, amorfo, sucio, que te tizna al tocarlo, que arde lentamente sin llama… Y su ceniza blanca, polvo blanco surgido de lo negro por el amor del fuego.

Aún hoy, en las barbacoas de verano, me quedo absorto contemplando los trozos de carbón, cómo acaban mis manos después de tocarlos, cómo arden sin llama pasando del negro al rojo de las ascuas, y del rojo al blanco de su ceniza. Y siempre pienso: «podrían ser diamantes sólo si estuvieran cristalizados…». La barbacoa sería una fortuna.

Continue reading