Ser mejores

A veces, en esos raptos de heroísmo de sofá que nos arrebatan de vez en cuando, pensamos que tendríamos que mejorar el mundo, y ¡zas!, en nuestra imaginación ya lo cambiamos: antes era rojo, y ahora es verde; o antes era azul y ahora es morado. Así, todo de golpe.

Pero la realidad es que no podemos pretender que un muro sea de piedra si está hecho con ladrillos.

Cada uno de nosotros es un ladrillo (sin ánimo de ofender) y deberíamos conseguir llegar a ser una buena piedra (por lo del muro, se entiende). Y si llegamos a aprender cómo se hace esa transformación, seremos capaces de enseñar a otros cómo hacerlo.  Sin dinamitar los ladrillos, ni las piedras, ni nada, que lo dejan todo hecho un asco.

Reflexionemos y actuemos sin alejarnos de los principios éticos que reconocemos como valores, y lo demás irá llegando.

El mundo empezará a mejorar transformando el primer ladrillo.

Un milagro entre la basura

Viven en un vertedero. Sí, sí. Entre la basura. Qué lejano para nosotros, los que nos quejamos del ruido del vecino en un sexto piso, ¿verdad?

Pues ellos son niños y niñas. También hay abuelos y abuelas. Y papás y mámás. Y viven entre la basura, no por afición, sino porque para subsistir tienen que rebuscar entre lo que otros tiran para poder vivir. Sucede en Paraguay (también pasa en muchos lugares del mundo). Es el vertedero donde se depositan los desechos de la ciudad de Asunción. Un lugar, por cierto, con altísimo índice de contaminantes.

Pues asómbrate.

Los niños y adolescentes forman parte de una orquesta que interpreta obras como, por ejemplo, la 5.ª Sinfonía de Beethoven, sin ir más lejos. Bueno, por si no lo sabes, actualmente hacen giras de conciertos en algunas capitales europeas.

Un violín cuesta más que lo que vale su casa. Entonces, ¿cómo lo han hecho?

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El dinero no lo es todo

A veces se nos olvida ordenar las prioridades que tenemos en la vida. Nos dejamos avasallar sin ningún cuidado por esos espejismos que nos ofrecen la fama y la fortuna como meta principal. Se encargan de mantenernos al tanto de quiénes son los agraciados que aparecen como más ricos en la lista Forbes (nunca he sabido si nos lo dicen para que les admiremos o para que les tengamos compasión). Y no descuidan la ocasión de comunicarnos (anuncios, películas, canciones) que siempre es mejor ganar un poco más con un poco menos de esfuerzo.

¿Se nos ha ido la olla? No sé, pero creo que nos vendría bien una brújula.

Hay una buena noticia: podemos volver al centro en cuanto lo decidamos, al camino importante, al de las cosas profundas y las miradas interiores. Sí, suena “plasta” pero todos sabemos que está ahí dentro, en cuanto nos ponemos a escuchar.

Podemos rescatar algunas cosas valiosas: básicamente, las que contribuyen a mejorar un poco el mundo o, por lo menos, no colaboran para que siga cuesta abajo.

Hay un motivo importante. Cuando nos vayamos al otro barrio, no podremos llevarnos las vasijas de oro y plata.

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Ante todo, optimismo

En cierta ocasión leí que un optimista es un pesimista mal informado. A lo largo del tiempo he pensado mucho en esa frase. ¿Realmente, de tener toda la información en nuestras manos, no tendríamos expectativas de que las cosas saliesen bien? ¿De verdad es malo esperar que pase lo mejor? Supongo que no siempre es conveniente pensar así, y sería más saludable ser más realista en cuanto a lo que podemos o no esperar de las cosas y de las personas. Quizá así sufriríamos menos.

Dicen también que se puede aprender algo de las cosas más insospechadas. Así es. Yo aprendí algo muy importante acerca del optimismo observando a mi perrita.

Como a casi todos los perros, le encanta pasear por el parque y jugar. Le encanta especialmente ir a buscar una pelota, un palo, una piedra o cualquier otra cosa que le tires. Sin embargo, no siempre que vamos al parque hay tiempo para jugar con ella. Entonces nos provoca. Juega a recoger todas las ramitas que encuentra para ponerlas a nuestros pies, como diciendo: “venga, ¡juguemos!”.

Los días en que las prisas no permiten quedarse a jugar, llegamos a la salida del parque sin que haya dejado ni un momento de intentarlo. Entonces ella resopla y camina para casa moviendo la colita.

Ella no sabe si hay tiempo o no, lo ignora por completo. Quizá sea cierto que es una pesimista mal informada. Sin embargo, los animales son, como nosotros, seres de costumbres, y aun cuando pasan varios días sin poder jugar con los palos y las piedras, ella lo sigue intentando.

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Conócete y encontrarás tu sitio

Publicado en
http://www.filosofiaparalavida.pe/articulos/conocete-y-descubre-tu-destino/#more-988

Había una vez, en algún lugar que podría ser cualquier lugar y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.

Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: “No sabía quién era”.

“Lo que te falta es concentración –le decía el manzano–. Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. ¿Ves qué fácil es?”.

“No le escuches –exigía el rosal–. Es más sencillo tener rosas. ¡Mira qué bellas son…!”.

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