El ritmo de la piedra

 

¿Por qué dices: «oh, cosa muerta (…)? El ritmo de la piedra acaso sea otro ritmo, pero yo te digo que si sondeas las profundidades de tu alma y mides las alturas del espacio, no oirás más que una melodía, y que en esa melodía la piedra y la estrella cantan, una con otra, al unísono perfecto (Khalil Gibran, El jardín del profeta).

El arte con belleza

El arte con belleza integra la conciencia, casi siempre dispersa en lo superficial, produciendo una concentración agradable, espontánea y armónica. No importa que no conozcamos las leyes de algún arte determinado; simplemente apreciamos el efecto artístico de esas leyes (Delia Steinberg Guzmán).

Mi plantita, fuerte en la adversidad

La vi en una parada de autobús del Barrio Pesquero santanderino, sobre una marquesina como otras muchas. Allí estaba. Fresca, lozana, verde, vertical. Como el enhiesto surtidor de sombra y sueño al que cantara Gerardo Diego. Sí, aquel era un ciprés de gran altura y esta es una plantita pequeña. Pero ¿qué es el tamaño sino un engaño de los sentidos?

Para cualquier liliputiense común, mi plantita bastaría para aliviar el efecto del sol del verano sobre su cabeza o para sentir la verdeante energía de su tallo ascendente si hubiera de sentarse a su sombra a merendar.

En medio de un material seco, estéril y artificial, nada hacía sospechar que un brote fresco y brillante pudiera nacer con vocación de cielo. Lo mismo que una saeta de esperanza dirigida hacia las estrellas, tal como dejó dicho el poeta.

Mi plantita también es un mástil de soledad, un prodigio isleño, como bien adivinó don Gerardo. Pero este mástil, a diferencia del que fue objeto de su inspiración, solo se ve al levantar la mirada, porque no está a ras de suelo, sino por encima del nivel de la vista, discretamente distante para salvaguardar su misión de crecer.

Y prodigio, sí. Porque ¿cómo ha llegado hasta allí? ¿Qué maravilloso viaje le organizó Madre Naturaleza para llegar a su destino? ¿Cuántas peripecias soportadas, cuántas dificultades superadas hasta convertirse en el pequeño oasis de una zona deshabitada?

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El dolor convertido en belleza


Este cuadro se llama ¿Qué haremos sin ellos?, y lo ha pintado el jerezano Juan Lucena durante esta pandemia universal que nos ha obligado a todos a modificar nuestro ritmo de vida y, de rebote, a plantearnos qué es importante para nosotros, nuestros principios de vida, nuestros valores morales, nuestras prioridades a la hora de actuar en la vida cotidiana.

¿Quién no se ha estremecido alguna vez con la música de alguna obra nacida en un momento de tristeza o de conflicto del compositor? Asimismo, son muchos los poemas que plasman el dolor del poeta conmoviendo a quien lo lee y obligándole a viajar por los mismos laberintos emocionales que él. Pero ese tesoro materializado en palabras o en sonidos no solo nos atrapa, sino que alumbra nuevos horizontes.

Los verdaderos artistas conectan con un mundo superior, en el que todo adquiere otro significado y se convierte en elemento pedagógico, no solo para quien lo crea, sino también para quien lo comparte. De alguna manera, nos conmueve y participamos de su pesar, pero también de esa emoción sublimada que nos llega traducida de su mano.

También la pintura es capaz de transformar el dolor en belleza, con esa escalera invisible que nos facilita el artista, gracias a la cual podemos sentir y transformar nuestras emociones acompañándole en su propio ascenso hacia otros mundos más elevados.

Muchos seres se han ido en estas pocas semanas, algunos sin tiempo para saber qué sucedía, la mayoría sin el bálsamo de la compañía de un ser amado o el consuelo de una voz amiga. Solos, con sus convicciones y sus dudas, nos han abandonado en contra de su voluntad para dejarnos con preguntas que necesitan respuesta. No preguntas sobre si se hizo mejor o peor esto o aquello, sino preguntas básicas que adquieren relevancia en circunstancias como esta: ¿por qué estoy aquí?, ¿qué es lo que he venido a hacer?, ¿cuáles son las cosas importantes?, ¿estaré aquí cuando amanezca mañana?

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La crisis del cambio

Escrito por Diego Sánchez R.

Dicen que las crisis son oportunidades para el cambio. Pero ¿cambio hacia dónde? ¿Qué quiero cambiar y por qué? Estas son preguntas muy personales, pero leyendo a los sabios, he llegado a la conclusión de que, si vamos a movernos, lo mejor es ir hacia el justo medio. Sin embargo, lo que yo considero mi punto de equilibrio puede distar mucho de lo que otro considere el suyo, y así de persona en persona; por lo tanto, siguiendo las normas del método científico, si existe demasiada variabilidad, la hipótesis no es aceptable y el resultado final no será fiable.

La filosofía considera lo más auténtico, lo más real, aquello que supera la prueba del tiempo y es universal. Así, aquel punto donde nos encontraríamos y acordaríamos todos los seres humanos tendría que ser el mismo para todos. ¿Y qué es lo que tenemos todos en común? Todos tenemos una mente curiosa que cuestiona, unas emociones que desean expresarse y sentir, una energía que busca moverse y un cuerpo que busca placer. Partes tan diferentes comparten una cualidad: necesitan descanso, necesitan parar por un momento. Para conseguir esto nos podemos valer de un espacio para la introspección que nos lleve a la reflexión. Esta pausa de nuestra personalidad es vital para las personas, pues nos unifica, y es en esta unión como nos aclaramos y encontramos como familia humana.

Un segundo punto que tenemos en común sería que todos poseemos cualidades y defectos. Y si partimos de la base de que todo en la creación es bueno por naturaleza y cumple una función, lo correcto sería dar espacio a ambos. Sin embargo, ¿en qué punto se encuentra ese justo medio que nos equilibre? Aristóteles decía que la felicidad se descubre en la práctica de la virtud, por lo que, si el primer paso para obtener paz está en aceptarme como soy, el segundo sería no conformarme con ello y valerme de mis virtudes o cualidades para seguir caminando hacia lo que quiero ser. Mi estabilidad no se fundamenta solamente en mi situación presente, sino, también, en mi satisfacción interior de estar luchando por mejorarme sin juzgarme por los posibles fracasos.

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¿Qué es la inteligencia?

 

 

La inteligencia no es oro, ni plata, ni gloria, ni riqueza, ni salud, ni fuerza, ni belleza.

¿Qué es entonces?: aquello que es capaz de hacer un buen uso de esas cosas, y aquello por lo que cada una de esas cosas es agradable, magnífica y provechosa. Sin ella son inútiles, infructíferas y perjudiciales (Plutarco, Moralia).

Pensar en el bien común

sanidad

Muy cerca de la llegada de la primavera nos “sorprende esta situación en la que nos encontramos”, lo pongo entre comillas porque en realidad se veía venir tras lo sucedido en China y en Italia. En este mundo en el que hay tantos sistemas de comunicación, estamos ya un poco anestesiados. Acostumbrados a escuchar malas noticias, seguimos con nuestras vidas casi sin reaccionar. Solo cuando sucede algo como lo que nos está pasando nos damos cuenta de que no hay tanta diferencia entre unos países y otros. Vivimos en un mundo globalizado, los planteamientos generales en cuanto a la forma de vivir, de entender el mundo que nos rodea o cómo nos relacionamos unos con otros no son tan diferentes, por eso cada vez son más similares los acontecimientos y los problemas en diferentes lugares del mundo.

Foto de Ashkan Forouzani en UnsplashEn primavera la naturaleza se renueva ¿lo haremos nosotros?

La naturaleza tiene sus ciclos, invierno, primavera… Momentos de vuelta sobre sí y momentos de expansión y desarrollo. Desde que perdimos el contacto con la naturaleza creemos que podemos estar siempre en un constante crecimiento y desarrollo. Pero de pronto surge la necesidad de parar, de quedarnos en nuestras casas, de volver a convivir con los familiares y “tener tiempo libre”.

Viejas enseñanzas filosóficas afirman que lo que nos sucede es por necesidad y en base a una finalidad. Pero en el mundo tecnificado que vivimos no hay lugar para “viejas filosofías”. Sin embargo, aunque en general queramos llenar nuestro tiempo libre con muchas tareas, en el fondo de cada uno hay una parte que se pregunta, que quiere saber ¿Por qué? No solo saber lo que está pasando sino la causa, el motivo más profundo.

Se habla mucho de que no es momento de confrontación, de que son momentos para unirnos, a todos nos afecta este virus en mayor o menor medida.

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