El quinto planeta era muy curioso. Era el más pequeño de todos, pues apenas cabían en él un teléfono móvil y el hombre que lo manejaba. El principito no lograba explicarse para qué servirían allí, en el cielo, en un planeta sin wifi y sin población, un móvil y un hombre. Sin embargo, se dijo a sí mismo:
«Este hombre, quizás, es absurdo. Sin embargo, es menos absurdo que el rey, el vanidoso, el hombre de negocios y el bebedor. Su trabajo, al menos, tiene sentido. Cuando enciende su móvil, es igual que si estableciera comunicación con algún ser querido. Es una ocupación muy bonita y por ser bonita es verdaderamente útil».
Cuando llegó al planeta saludó respetuosamente al hombre:
—¡Buenos días! ¿Por qué acabas de poner a cargar tu móvil?
—Es la consigna —respondió el adicto al móvil—. ¡Buenos días!