¡Insoportable y desolado mundo! ¡Infinitamente ruin y corrupto eres! ¡Pero mi destino me llama y yo acudo para que la virtud triunfe por fin!
Es la voz de Don Quijote en la película El hombre de la Mancha, que tuve la oportunidad de ver una vez más en una de esas ocasiones en que la televisión rescata viejas glorias del cine. Y nuevamente volví a ver a un Don Quijote indignado ante la visión del mal extendiéndose impunemente entre los hombres.
¿Cómo puede ser que el fraude y la corrupción den más beneficios que la virtud y la verdad?, se pregunta el Caballero de la Triste Figura.
Ante tal estado de cosas, no puede soportar la inacción y se lanza a luchar por la justicia y defender a los desprotegidos, proponiéndose como misión convertir un mundo de hierro en un mundo de oro.
Siempre le acompaña la opinión práctica y simple del que vive con los pies en la sólida tierra: “Es curioso que este sendero para la gloria es clavadito a la carretera del Toboso, famoso por lo barato de sus pollos”, le dice Sancho. “Eso refleja que tienes poca experiencia con la aventura”. Claro. Ahí le duele.
El argumento presenta a un Cervantes encarcelado y juzgado por sus compañeros de prisión. Le acusan de algo terrible:
“Miguel de Cervantes, te acuso de ser idealista y hombre honesto. Los poetas y los locos le dais la espalda a la vida y nunca la queréis ver como realmente es”.
El escritor se defiende: “He vivido más de cuarenta años la vida y he visto cómo es: dolor, miseria, crueldad. He visto morir a muchos hombres que vivieron la vida como es. Murieron desesperados, sin gloria y sin palabras valientes en su lecho de muerte. Solo vi en sus ojos confusión cuando preguntaban por qué. Y no creo que preguntaran por qué morían, sino por qué habían vivido. La locura más grande de todas es ver la vida como es y no como debería ser”.
Los que creemos en la filosofía como fuente de enseñanzas para nuestra vida cotidiana tenemos una ventaja. Acercándonos a todos aquellos que legaron sus sabios consejos a lo largo de la historia y que sirvieron a tantos y tantos seres humanos en todas las épocas, descubrimos algo sorprendente: siempre los filósofos fueron quijotes.
Alonso Quijano murió, pero Don Quijote sigue inspirando nuestra mano cuando nos atrevemos a empuñar la lanza de la verdad.
Que hermoso , volvi a sentir el IDEAL y el llamado del destino. !!!! GRACIAS POR EXISTIR NUEVA ACROPOLIS !!!
¡Que maravilla!El Quijote es y sera un manantial donde brota la pura y cristalina agua que nos salva y revitaliza en los momentos difíciles.
Saludos desde Chile