Adelante

Hace ya cinco años, un banco español, el BBVA, encargó a Xabier San Martín, el compositor y teclista del grupo La Oreja de Van Gogh, una letra para una promoción publicitaria. La jovencísima Naiara Ruz fue elegida para cantarla, y lo que parecía que sería una simple distribución de discos entre las oficinas del banco se convirtió en un éxito musical y en un lema (Adelante) que aún acompaña la publicidad del BBVA.

Después de este éxito, Naiara terminó la licenciatura de Psicopedagogía y formó Ja Ta Ja, un grupo que fusiona flamenco con blues, música árabe, hip hop, danza del vientre. Muy interesante cantante.

Años más tarde, en 2006, la canción fu recuperada por los cantantes de Operación Triunfo y volvió a convertirse en un nuevo éxito de ventas.

Con todos estos datos previos, no vayáis a pensar que traigo aquí esta canción por su éxito comercial o publicitario, sino porque la letra nos da un mensaje optimista de superación, de avance, de aventura, que creo contiene un indudable valor filosófico.

Esta es la letra
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Somos la eÑe

Ya sé que algunos pensarán: “ya está Tachen hablando otra vez de baloncesto”, pero en realidad espero seguir refiriéndome a filosofía cotidiana. Cuando el equipo español ganó el Campeonato del Mundo de Baloncesto, aproveché para hablar del trabajo en equipo. En esta ocasión, con el buen resultado en el Campeonato Europeo, y a propósito del lema con el que se calificó a la selección española, hablaré sobre lo que nos une y lo que nos diferencia.

El éxito de la selección española ha estado basado de nuevo en la unión y sacrificio de las individualidades de los componentes de este equipo. Símbolo de ello (¡ay, la importancia de los símbolos en este mundo que parece tan materialista!, pero esto puede ser objeto de otro blog) es esa eÑe que ha aparecido en banderas y camisetas, en lemas (somos la eÑe o eñemanía) y acrónimos (ÑBA).

Hasta ahora habíamos pensado que la eÑe es lo que nos diferenciaba de los demás, al modo en que los griegos querían diferenciarse de los bárbaros por medio de su lengua, su escritura o su cultura. Sólo Alejandro tuvo el sueño de poder unir Oriente y Occidente, sueño que duró hasta su muerte. Los romanos, desde la época de Augusto, heredaron este sueño: lo importante no era dividir, sino integrar, hacer ciudadanos romanos a todos los conquistados, para así hacer más grande a Roma.

Pero la eÑe ha conseguido unir a jugadores y aficionados, de distintas partes de España, de distintos clubs, todos animando a un mismo equipo. Un mal heredado del excesivo afán analítico del racionalismo de la época actual es el interés por clasificar todo basándose en las diferencias. Y aunque puede ser un método útil para las cosas materiales, es nefasto para los hombres. En Europa sabemos algo de esto, porque en los últimos treinta años solo se buscan las diferencias para hacer un nuevo país, una nueva comunidad, algo distinto. Lengua, raza, religión, cultura, todo sirve para marcar que somos distintos y, por lo tanto, necesitamos separarnos de los demás.

Olvidamos que por encima de todas las diferencias, lo importante es lo que nos une. Dicho en palabras de Saint Exupéry: Continue reading

Gente sin complejos

Vivo en una pequeña ciudad costera española, con unas estupendas playas. De todas ellas, la más pequeña está cercana al centro de la ciudad y a ella va solo la gente que vive en el casco antiguo: pocos son los veraneantes que en ella se bañan. Cuando me trasladé aquí no quería ir a ella, a pesar de la pasión que todos mis amigos tenían por esta playa. Pero con el tiempo, me he dado cuenta de que esta es la playa en la que uno se siente más filósofo.

Cuando uno va a una playa “normal», parece que en todo momento hay un interés por aparentar ser lo que uno no es. En esta playa no hay problema: siempre encontrarás alguien mucho más gordo o mucho más delgado que tú, mucho más alto o mucho más bajo que tú, mucho más blanco o mucho más moreno que tú, con un traje de baño que le sienta peor o con una peculiaridad física más llamativa que la que a ti te puede acomplejar. En definitiva, gente feliz y sin complejos que van a la playa a pasar un buen rato sin necesidad de aparentar que son jóvenes con un bronceado perfecto, tipo de actor de cine y “cuerpo danone”. No, la gente “normal” no es así: no somos físicamente perfectos, porque ni siquiera los grandes modelos lo son, ahora que sabemos que muchos de esos cuerpos son fruto de muchas horas de retoque fotográfico o digital.

En esta playa vas a bañarte (si el Levante no trae muy fría su agua), a pasear entre fina arena, rocas de marisqueo o barcas de pescadores, a tomarte desde una bebida fresquita hasta una auténtica berza en su olla con todos sus avíos, o a jugar con la puesta del sol al bingo. Y todo ello sin que te preocupe que este año los kilitos del invierno se quedaron una vez más en la cintura o que todavía no has cogido un buen color.

No recuerdo dónde leí que la sociedad se ha vuelto adolescente (o infantil) y ahora son más envidiados los cuerpos con mejor apariencia (por eso la pasión por la comida “light”, por los bioalimentos, por los gimnasios, por la musculación), en lugar de buscar un mejor contenido, una mejor alma o una más profunda sabiduría, fruto de la experiencia y que antaño residía en los más mayores (antes eran llamados “ancianos” y no había ninguna connotación peyorativa).

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Superarse a uno mismo… en equipo

Una de las cosas que más me atrajo de Nueva Acrópolis es que su finalidad no es aislarse del mundo, o promover un retiro “monástico” en algún lugar apartado. Esta es la forma en que trabajan otras instituciones, que se basan en el principio de que el camino de superación lo tiene que recorrer cada uno de forma individual y por eso es superfluo cualquier acompañamiento.

Sin embargo, Nueva Acrópolis tiene vocación de agrupar a un núcleo de hombres y mujeres, no para alejarse del mundo, sino para formar un equipo. Porque recorrer un camino en equipo, aunque cada uno tenga que dar sus propios pasos, es muy reconfortante.

El fin de semana anterior estuve con un grupo de jóvenes voluntarios de GEA realizando una travesía por Sierra Nevada. Partiendo de la cercanía del Monte Veleta (3.392 m), hasta el que subimos, llegamos al Mulhacén (el pico más alto de la Península Ibérica, con 3.482 m), para luego descender hasta Trevélez, en donde hicimos una limpieza ecológica de los alrededores del río con el mismo nombre.

Para los que no estamos muy acostumbrados a este esforzado ejercicio o que nuestra edad ya se resiente de condiciones extremas, nos resultó una dura experiencia. Cada uno tenía que recorrer su propio camino y vencer sus propias dificultades. Está claro que no transportábamos a nadie a hombros, ni andábamos por el compañero de al lado. Unos tuvieron que superar el frío extremo (para esta época del año), sobre todo por la noche al caer el sol en alturas de más de 3.000 m; otros tuvieron que superar la falta de oxígeno, que proviniendo de una ciudad costera se notaba cuando en el último repecho costaba subir de 3.400 a 3.500 m; otros sufrían el cansancio, o las rozaduras del calzado, o la falta de descanso, o simplemente la falta de fuerzas por la poca costumbre de andar en la montaña y pasar muchas horas sentado delante de un ordenador.

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Medicina para el alma

Tengo una compañera de trabajo que parece una farmacia ambulante. Tiene medicinas de todo tipo. Una para cada tipo de dolencia. Para el dolor de cabeza tiene Paracetamol, aspirinas en diversos formatos y colores y para un dolor más grande, Nolotil. También tiene antibióticos, antigripales, antiácidos, antiinflamatorios, etc. Con personas así no me extraña que en España el gasto en medicamentos sea tan elevado, casi diez mil millones anuales, en torno a los 300 euros por persona y año.

Hay un anuncio de TV de un producto limpiador en el que aparece una feliz ama de casa que tiene un único frasco limpiador frente a su vecina, que tiene cuarenta distintos, uno para cada lugar de la casa y para cada función. En la medicina ocurre lo mismo: hay miles de medicamentos, muy especializados, cada uno para un distinto tipo de dolencia. Quizás este sea uno de los motivos de la automedicación: hay tantas medicinas que probar que siempre estamos con una o con otra.

En España tenemos una Seguridad Social muy buena. Cubre todo tipo de asistencia médica y además con gran calidad y con medios adecuados. De hecho, muchos ancianos del resto de Europa vienen a España porque en sus países de origen ya no son tratados, por excederse en los gastos médicos. La Seguridad Social cubre a personas venidas de fuera que nunca hayan aportado dinero a sus fondos. Incluso, hay sitios, como en Andalucía, en donde la Seguridad Social paga el cambio de sexo de una persona. Mientras todos podamos pagarlo, no está mal.

Buena Seguridad Social y buenas y abundantes medicinas para el cuerpo. Pero ¿y el alma? En el mundo de las «dolencias del alma» no hay tantas medicinas. De hecho, olvidamos que hay un medicamento extraordinario que puede curar casi todas las dolencias: la filosofía.

Tampoco hay Seguridad Social para los dolores del alma. Y así andamos muchos sufriendo por desengaños, por depresión, por falta de metas en la vida, etc. Sería bueno que la Seguridad Social pagara clases de filosofía: ¿os imagináis que, cuando fuéramos al médico con una depresión, en lugar de recetarnos Prozac nos mandara a un Curso de Filosofía de Nueva Acrópolis?

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Qué nos falta

Uno de los males del mundo occidental es que, disponiendo de más bienes materiales que nunca, tenemos la permanente sensación de que nos falta algo.

Es una sensación reciente, pues ni nuestros padres ni nuestros abuelos lo sufrieron. Ellos tuvieron una época de enormes carencias, sobre todo aquellos que vivieron durante y después de las grandes guerras europeas. En España, a los problemas de la guerra entre compatriotas se sumó luego la escasez y pobreza de la posguerra. Y luego vinieron otro tipo de carencias políticas. Estas dificultades le daban a uno algo a lo que sobreponerse, algo que superar, algo contra lo que luchar, en el caso de la política.

Pero este blog no tiene una temática política, sino filosófica, y por lo tanto no relacionada con lo que le acontece a la sociedad, sino al hombre. No hablamos de carencias sociales, económicas o políticas, sino de carencias humanas.

Primero deberíamos preguntarnos: ¿pero realmente nos falta algo? El viejo dicho, seguramente de origen estoico, nos dice que no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita; el budismo o el taoísmo también insisten en matar el deseo, en dejar fluir los acontecimientos e incluso Jesús, en una de sus parábolas, nos dice cómo los animales no se preocupan por lo que tengan que comer mañana. No necesitamos mucho más para ser felices: en el cuento de Tolstoi, el hombre feliz no tenía camisa. Este hombre feliz nos diría que en realidad nada externo nos hace falta para la felicidad, y si algo nos faltara es la necesidad íntima de realización.

Creo que la sensación de que algo nos falta es un nuevo tipo de depresión. E incluso diría que es algo que sucede más en la primavera o verano, frente a la típica depresión o tristeza interior típica de otoño e invierno. Es una sensación de que aunque tenemos casi de todo no somos felices porque tenemos una enorme insatisfacción interna. Insatisfacción que no es por la falta de algún bien material.

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Filosofía en movimiento

Hace ya varios días leí los premios que dio la revista 20 minutos a los mejores blogs en distintas categorías. Me entretuve leyendo la mayoría de ellos y debo confesar que me entró algo de envidia porque eran blogs en los que te podías pasar toda una tarde leyendo y leyendo y aún te quedaban ganas de más. Me gustaría que nuestro blog fuera también así de atractivo, pero claro, esto no lo puedo decir al ser uno de los implicados, y también porque al haberlo leído tantas veces ha perdido para mí la frescura de leerlo la primera vez.

Si traigo esta noticia aquí es porque me llamó la atención que el mejor blog de todos es el de un taxista madrileño en sus ratos de espera en la T4, filosofando acerca del pulso de una ciudad vista desde el asiento de un taxi. Me encantaría poder encontrarme a este filósofo del taxi en alguna de mis visitas a Madrid. Pero me temo que no estaré a la altura de sus personajes, de los que dicen:

Todas esas luces proyectadas sobre la fachada de Correos, ¿iluminan, o desmienten?

O los que mantienen conversaciones tan fulminantes como: Continue reading

Un año de blog

Hoy cumplimos un año.

Iba a escribir que este blog cumple un año, pero todo el que esté leyendo el blog es parte de él: los que introducimos los temas, los que dejan sus comentarios, los que simplemente lo leen. Todos cumplimos un año trabajando en este sueño de querer poner un rincón de filosofía en la web, a través de un blog que muestra las impresiones cotidianas de “gente normal y corriente” que se hace preguntas acerca de la vida. A eso es a lo que llamamos un “filósofo cotidiano”.

Hace un año escribía que es muy difícil comenzar algo, pero después de un año ya nos hemos olvidado de ese miedo a empezar a hablar en voz alta de la filosofía. Y decía que lo más difícil es que otros te sigan. La grandeza de la filosofía es que su historia, las ideas de los distintos filósofos forman parte de ella misma. Aprendemos no solo de nuestra experiencia, sino de la de los demás, sobre todo de los Maestros.

Los autores de este blog no aspiramos a ganar ningún premio (ciertamente, debería mejorar el diseño, que es bastante soso), ni queremos ser los más populares de la red. Nos gustaría ofrecer una visión diaria de la vivencia de la filosofía, pues creemos que puede aportar bastante a nuestros lectores. A nuestra inmensidad de lectores, porque no nos podíamos imaginar que en un año recibiéramos más de cuatrocientas mil visitas. Muchas gracias a todos los que nos leen.

Este blog nació entre el día de las Telecomunicaciones y de Internet y el de los Museos. De haberlo elegido, hubiéramos querido que fuera el día de la Filosofía (el tercer jueves de noviembre). Pero todos y cada uno de los días del año son buenos para recordar lo mejor de la vida, la filosofía, los museos y también, cómo no, Internet cuando es una herramienta que nos acerca y nos hace más humanos.

Meravigliosa creatura

No he podido resistirme a poner esta canción, que gracias a un anuncio de televisión se ha popularizado recientemente en España. La canción apareció en el año 1995, en el álbum “Dispetto” de la cantante italiana Gianna Nannini. La podéis ver en este videoclip. Posteriormente, en 2004, hizo otra versión más lenta, en “Perle”, con violines y piano y con una voz más rota y sensual, que es la que aparece en el anuncio. Podéis disfrutar aquí de esta versión:

Meravigliosa creatura

Molti mari e fiumi
attraverserò
dentro la tua terra
mi ritroverai
Turbini e tempeste
io cavalcherò
volerò tra i fulmini
per averti

Meravigliosa creatura sei sola al mondo
meravigliosa paura d’averti accanto
Occhi di sole mi bruciano in mezzo al cuore
amore è vita meravigliosa

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Fools Overture

Se trata esta vez de una canción «de culto» del año 1977. ¡Qué de tiempo ha pasado! Uno de los grupos míticos de entonces era Supertramp y después del éxito de “Crime of the Century” nos sorprendió con “Even in the quitests moments”. En esa época Roger Hodgson empezó a interesarse por las doctrinas budistas y la verdad es que entre que entendíamos poco inglés y menos aún la filosofía oriental, las letras de sus canciones nos dejaban perplejos, queriendo encontrar algún significado espiritual o filosófico que quizás no tenían.

La “Obertura del tonto” (o del loco) es uno de sus temas más curiosos, pues sus más de diez minutos de duración sobrepasaba los de una canción pop normal. Reconozco que nunca entendí su letra, pero pensé que nos decía algo importante. Ahora, al tratar de traducirla de nuevo, he tenido serios problemas y no me siento nada conforme con el texto en español, así que recomiendo que quien pueda se quede con la versión en inglés.

¿Qué tiene que ver con la filosofía esta canción? Se dice que es un homenaje a Winston Churchill (que, de hecho, aparece en una de las imágenes del vídeo) y cómo antes de la II Guerra Mundial fue considerado un idiota que atemorizaba con la guerra, pero que luego fue uno de los principales factores que contribuyeron a derrotar a Hitler y su amenaza totalitarista. Aún después de la victoria, no fue reconocido su mérito. Creo que Roger Hodgson escribió esta letra para recordarnos que de nuevo la sociedad se ha vuelto loca (el final del vídeo muestra imágenes absurdas, mezclando bombas, Superman, gorilas, policías, nazis) y quién sabe si de nuevo caeremos en la estupidez fascista. ¿No es suficientemente filosófico lanzar un mensaje que nos prevenga de los errores del nazismo?

El vídeo que muestro es de una versión reducida de concierto «más serio», con Roger al piano, y sin Supertramp.

https://www.youtube.com/watch?v=6aWDxuhD0FI
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