Con el alma libre…

 

Shamsia Hassani: mujer, artista, joven. Es afgana. Su familia es originaria de Kandahar. No pudo estudiar al principio Bellas Artes porque era mujer. Consiguió después llegar a ser profesora de escultura en la Universidad de Kabul. Hoy vive en la incertidumbre y la angustia por las circunstancias que atraviesa su país. Ya no puede hacer libremente los grafitis que han adornado algunas paredes de la capital gracias a su inspiración, y sus últimas pinturas nos permiten aventurar que no se siente libre.

Sin embargo, a pesar de que en muchas de sus obras (que podemos contemplar en sus redes sociales) se palpa la angustia por la injusticia, siempre hay un detalle que nos dice que la esperanza no ha muerto. Una flor de reconciliación ofrecida a negras figuras dominantes, una ventana bajo el brazo que contiene los colores y sonidos del paisaje transformada en objeto portátil reconfortante para el alma, un piano cuyas teclas son pulsadas sobre el abismo de una ciudad hostil lanzando al viento sus cálidos sonidos…

Shamsia se sienta en el exterior de la ventana escapando del edificio que la aprisiona. Fuera de él las cometas pueden volar libremente y alcanzar altura, en un cielo despejado por encima de las oscuras nubes que se reflejan en los cristales. Ella también tiene su cometa: está enraizada en su interior. La deja volar aunque su rostro no pueda todavía expresar la alegría. Pero su cometa vuela alto también. Y ella lo siente.

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La sabiduría no muere

«La sabiduría es lo único que no muere de vejez» (Séneca).

La vida de cada uno es una historia por escribir, un camino por recorrer, una misión que cumplir.

Hay que descubrir el guion de la historia, el motor de nuestro movimiento, la finalidad de nuestra vida.

No basta el conocimiento erudito, hay que dar con la tecla de la sabiduría, la que nos permite aprender a vivir, la que nos hace subir de nivel, la que trasciende la historia personal de un solo individuo para encajarlo en el género humano desvelando paso a paso diversas piezas del rompecabezas.

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Una obra de arte… ¿invisible?

 

Visto en el periódico ABC del 29 de mayo de 2021 (no, no era el Día de los Inocentes):

«Un artista vende por 15.000 euros una escultura inmaterial, invisible, que no existe».

Para los ojos que uso para ver (porque los de la imaginación los reservo para mejores causas), lo que se ha vendido por un dineral es el aire que hay sobre las losas del suelo. La foto de la obra que publica el periódico así lo demuestra.

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Las 5 superaciones que te aporta la natación

1 de enero en La Caleta

En otra ocasión escribí algunas reflexiones filosóficas sobre la natación. 1 de enero en La CaletaEsta vez quiero hablar de los beneficios que nos aporta la natación, y no voy a contar los obvios de índole físico. De hecho mejorar mi espalda fue una de mis motivaciones para emprender la práctica de la natación. Me centraré en otros beneficios de tipo psicológico que podemos obtener mediante la natación, sobre todo aquellos aficionados que estamos empezando a practicarla.

Vergüenza o timidez

Esta primera superación aplica especialmente a los que empezamos la práctica de la natación. Si vemos alguna competición, por ejemplo por televisión, podemos admirar los cuerpos atléticos de nadadores y nadadoras y su forma tan grácil de nadar, sin apenas esfuerzo. Pensamos que pronto nosotros podremos ponernos al mismo nivel. Pero cuando entramos en el vestuario y nos enfundamos esos pequeños trajes de baño, el gorrito para la cabeza y las gafas de plástico, sentimos que no nos parecemos en nada a lo que habíamos visto antes y nos preguntamos «¿qué hago aquí, con lo bien que estaría tranquilamente en casa?». Pero nuestra determinación es lo que hace superar ese sentido del ridículo y emprender una sana práctica deportiva.

Soledad

Los deportes individuales requieren un esfuerzo especial, porque al final el resultado depende solo de uno mismo y no se puede contar con el apoyo del equipo. La natación individual es una práctica aún más solitaria, porque se practica en un entorno aislado, con escasa visibilidad y silencio. En la sociedad actual existe rechazo por la soledad y el silencio. Nos rodeamos de “ruidos”, ya sea permaneciendo recluidos en casa con la siempre encendida radio o televisión, o simplemente escuchando música con unos cascos que nos aíslan del mundo. ¿Y qué decir de esa “necesidad” de estar siempre conectado? Publicamos en las redes sociales para recibir la aprobación o aplauso de los demás. En este sentido, la natación es un buen remedio para fortalecer nuestra autoestima. Nadar durante un buen rato permite tener tiempo para estar a solas con uno mismo y nuestros pensamientos. Muchas de las ideas que luego plasmo en mi trabajo o en mis escritos han surgido durante la práctica de la natación. Continue reading

La crisis del cambio

Escrito por Diego Sánchez R.

Dicen que las crisis son oportunidades para el cambio. Pero ¿cambio hacia dónde? ¿Qué quiero cambiar y por qué? Estas son preguntas muy personales, pero leyendo a los sabios, he llegado a la conclusión de que, si vamos a movernos, lo mejor es ir hacia el justo medio. Sin embargo, lo que yo considero mi punto de equilibrio puede distar mucho de lo que otro considere el suyo, y así de persona en persona; por lo tanto, siguiendo las normas del método científico, si existe demasiada variabilidad, la hipótesis no es aceptable y el resultado final no será fiable.

La filosofía considera lo más auténtico, lo más real, aquello que supera la prueba del tiempo y es universal. Así, aquel punto donde nos encontraríamos y acordaríamos todos los seres humanos tendría que ser el mismo para todos. ¿Y qué es lo que tenemos todos en común? Todos tenemos una mente curiosa que cuestiona, unas emociones que desean expresarse y sentir, una energía que busca moverse y un cuerpo que busca placer. Partes tan diferentes comparten una cualidad: necesitan descanso, necesitan parar por un momento. Para conseguir esto nos podemos valer de un espacio para la introspección que nos lleve a la reflexión. Esta pausa de nuestra personalidad es vital para las personas, pues nos unifica, y es en esta unión como nos aclaramos y encontramos como familia humana.

Un segundo punto que tenemos en común sería que todos poseemos cualidades y defectos. Y si partimos de la base de que todo en la creación es bueno por naturaleza y cumple una función, lo correcto sería dar espacio a ambos. Sin embargo, ¿en qué punto se encuentra ese justo medio que nos equilibre? Aristóteles decía que la felicidad se descubre en la práctica de la virtud, por lo que, si el primer paso para obtener paz está en aceptarme como soy, el segundo sería no conformarme con ello y valerme de mis virtudes o cualidades para seguir caminando hacia lo que quiero ser. Mi estabilidad no se fundamenta solamente en mi situación presente, sino, también, en mi satisfacción interior de estar luchando por mejorarme sin juzgarme por los posibles fracasos.

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Pensar en el bien común

sanidad

Muy cerca de la llegada de la primavera nos “sorprende esta situación en la que nos encontramos”, lo pongo entre comillas porque en realidad se veía venir tras lo sucedido en China y en Italia. En este mundo en el que hay tantos sistemas de comunicación, estamos ya un poco anestesiados. Acostumbrados a escuchar malas noticias, seguimos con nuestras vidas casi sin reaccionar. Solo cuando sucede algo como lo que nos está pasando nos damos cuenta de que no hay tanta diferencia entre unos países y otros. Vivimos en un mundo globalizado, los planteamientos generales en cuanto a la forma de vivir, de entender el mundo que nos rodea o cómo nos relacionamos unos con otros no son tan diferentes, por eso cada vez son más similares los acontecimientos y los problemas en diferentes lugares del mundo.

Foto de Ashkan Forouzani en UnsplashEn primavera la naturaleza se renueva ¿lo haremos nosotros?

La naturaleza tiene sus ciclos, invierno, primavera… Momentos de vuelta sobre sí y momentos de expansión y desarrollo. Desde que perdimos el contacto con la naturaleza creemos que podemos estar siempre en un constante crecimiento y desarrollo. Pero de pronto surge la necesidad de parar, de quedarnos en nuestras casas, de volver a convivir con los familiares y “tener tiempo libre”.

Viejas enseñanzas filosóficas afirman que lo que nos sucede es por necesidad y en base a una finalidad. Pero en el mundo tecnificado que vivimos no hay lugar para “viejas filosofías”. Sin embargo, aunque en general queramos llenar nuestro tiempo libre con muchas tareas, en el fondo de cada uno hay una parte que se pregunta, que quiere saber ¿Por qué? No solo saber lo que está pasando sino la causa, el motivo más profundo.

Se habla mucho de que no es momento de confrontación, de que son momentos para unirnos, a todos nos afecta este virus en mayor o menor medida.

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¿A dónde nos lleva esto?

¿A dónde nos lleva esto?

Escuchaba una vez hace mucho tiempo, de labios de un científico que, si algo podía hacerse había que hacerlo, refiriéndose en aquellos momentos a los grandes avances que ciencia y tecnología estaban haciendo en materia de clonación.

No hace tanto, sin embargo, hablando con un divulgador científico, me decía que la ciencia no debería tener límites para investigar, pero la tecnología sí debía tenerlos para crear. Más recientemente, algunos medios han publicado la enérgica protesta de un grupo de científicos contra el uso indiscriminado de la inteligencia artificial (IA), calificando de auténtica barbaridad que se delegue en los algoritmos de la IA el poder de decidir cosas tales como si una persona es o no apta para un puesto de trabajo, si en el futuro se va a convertir en un criminal o si su perfil personal es suficiente garantía para otorgarle o no un crédito. Y no solo aducen que es de locos dejar que las máquinas tomen esas decisiones por nosotros, sino que explican cómo los algoritmos matemáticos empleados para analizar y crear patrones de conducta con nuestros datos, están mal. Dicho de otra manera, no son de fiar.

Una de las razones (hay más) por las que la IA no es de fiar a la hora de tomar determinadas decisiones es que tiene sesgo. La IA se alimenta de datos, de millones y millones de datos que se han ido produciendo y se producen a lo largo de la historia. Se alimenta con las estadísticas de criminalidad de los últimos cien años, o con los datos de desarrollo laboral de los empleados en las grandes empresas desde 1950. Pero hace cien años, en EE.UU. se detenía y fichaba como criminales a algunas personas solo por el color de su piel, porque se creía que los negros eran criminales por el mero hecho de ser negros. En 1950 las mujeres, en las grandes empresas, difícilmente lograban ascender más allá de secretaria del director. ¿Qué ha pasado entonces cuando esos datos se han introducido en los programas de IA? Que el programa dice que si eres negro seguramente eres un criminal, y el programa dice que las mujeres no tienen interés por hacer carrera dentro de la empresa, porque desde 1950 solo una mujer ha llegado a directora de área. Así que, por muy inteligente y avanzada que sea la IA, no es capaz de eliminar nuestros prejuicios, y toma decisiones hoy basándose en las ideas de ayer.

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Todo lo que sucede, ¿conviene?

Escrito por LILIA GARCIA CHIAVASSA

 

Estaba hace unos días conversando con una vecina que me contaba sus aventuras y desventuras de los últimos meses y me repetía una y otra vez: todo lo que sucede, conviene. Lo decía intentando justificar y aceptar ciertas circunstancias adversas que le habían hecho padecer algunas penurias. Luego de alentarla con cariño a superar las adversidades y despedirme de ella, la frase quedó repiqueteando en mi mente como un mantra insidioso.
¿Es realmente así? Todo lo que sucede, ¿conviene? No puedo dejar de pensar que hay millones de personas que sufren calamidades extremas de toda índole. Sin embargo, hay ciertas corrientes de pensamiento o incluso escuelas filosóficas que postulan que todo lo que sucede es por algo, que existe cierto determinismo en el devenir de los acontecimientos.

La idea de que hay un destino predeterminado del que los seres humanos no pueden escapar es un concepto que, si se lo toma al pie de la letra, puede resultar inmovilizador. ¿Para qué voy a hacer esto o aquello (léase: esforzarme), si mi destino ya está marcado de antemano por un designio misterioso que no comprendo? Prefiero creer que tenemos un amplio margen de maniobra para conducir nuestros pasos por la vida, y no, que somos simples elementos de un engranaje que nos arrastra indefectiblemente.

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La voz de la conciencia


Hace poco volví a ver la película Pinocho, de Walt Disney.

Las películas sencillas muestran lo blanco muy blanco y lo negro muy negro, lo que tiene una ventaja: se distinguen fácilmente. Vamos, que se aprende de forma relajada, lo cual es de agradecer.

Nuevamente vi al hada azul cómo prometía a Pinocho la posibilidad de ser algo más que un muñeco de madera. Llegaría a ser un verdadero niño de carne y hueso si lograba superar un periodo de prueba para demostrar que realmente era merecedor de tal categoría. Nada de regalos sin más. Le dejaba con un acompañante singular: la voz de su conciencia (“Deja que tu conciencia sea tu guía”).

Soy fan de Pepito Grillo. El pobre ejerce de voz de la conciencia de Pinocho, lo cual es un trabajo a jornada completa y sin remuneración (así le va, a veces).

Y qué podemos decir de su magnífica explicación de dónde están el bien y el mal, tan clara como la que nosotros mismos daríamos en su lugar:

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Final trágico de los últimos zares

Olga, Tatiana, Maria, Anastasia y Nicolai
Olga, Tatiana, Maria, Anastasia y Nicolai

El zarevich Alexei y las grandes princesas Olga, Tatiana, Maria y Anastasia. Los hijos del emperador Nicolás II y la emperatriz Alexandra Feodorovna. Foto de 1910.

Con motivo del centenario del fin de una Dinastía que reinó en Rusia durante tres siglos, quisiera transcribir literalmente las palabras del director de la revista Historia de National Geographic, Josep María Casals, en su Editorial de la Revista 175, pues denotan tal grado de sensibilidad por la conducta humana que no puedo por menos que suscribirme a sus preocupaciones y reflexiones, cuyas conclusiones comparto totalmente.

He aquí el texto:

“Mis ojos se encontraron con los de esas tres desafortunadas jóvenes por un instante y, cuando mi mirada penetró hasta lo más hondo de sus torturadas almas, yo, un revolucionario probado, me sentí sobrecogido por un intenso sentimiento de pena”.

Un ingeniero de Ekaterimburgo escribió estas palabras al recordar la llegada de tres de las hijas del zar, en tren, al último lugar que verían en esta tierra. Olga, Anastasia y Tatiana desfilaron ante él bajo la lluvia; las acompañaba Klementy Nagorny, el marinero que se ocupaba de su hermano Alexei, enfermo, al que llevaba en brazos. Iban a reunirse con sus padres: el zar Nicolás  y su esposa Alejandra, y con María, la otra hermana.

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