¿Por qué deseamos tanto el estado del bienestar?

El mundo en el que vivimos nos habla continuamente del estado del bienestar. Es aquello a lo que aspira nuestra sociedad. Alcanzar y mantener el estado del bienestar es moneda de cambio en los juegos electoralistas de la política. Todos queremos estar bien. Todos queremos estar mejor. Tener acceso a lo básico, sí, pero también disfrutar de los canales de televisión, de un buen móvil, tener Internet en casa, salir a tomar unas cañas, ir de compras, hacer escapadas de fin de semana… y todas las cosas que se consideran parte del estado del bienestar.

Todo lo que nos rodea nos incita a mantener la creencia de que hallaremos la felicidad en un aspecto más juvenil, en las compras online, en comprar en tal o cual supermercado. La gente de los anuncios sonríe todo el tiempo mostrando la gran alegría y satisfacción que le produce comer una marca de jamón concreta, la paz casi extática que produce un yogur con bífidus o la serenidad espiritual que se esconde en las cajas de laxantes. Puede parecer cómico, pero es así, y sutilmente se nos va quedando la idea de que son esas cosas las que nos van a ayudar a sentirnos mejor cuando las cosas que nos suceden en la vida nos dejan sin suelo bajo los pies. Entonces queremos ir de compras para llenar una necesidad que no se anuncia en ningún comercial.

Incluso las empresas, a través de los nuevos descubrimientos de la neurociencia y la psicología, tratan de motivar a sus empleados para sentirse más plenos y satisfechos con su trabajo, básicamente porque si les gusta lo que hacen no tendrán que convencerles de que sacrifiquen una tarde de pasar con la familia para dedicarlo a responder correos o preparar presupuestos para clientes. Serán más productivos, la empresa ganará más, el empleado también (aunque tenga que echar más horas) y podrá comprar cosas que no va a poder disfrutar y que, si lo piensa un poco, ni siquiera necesita.

El problema es que nuestro estado del bienestar no nos hace sentir bien. No como querríamos. No como creemos que debería ser.Tenemos éxito laboral, ganamos dinero, lo gastamos, formamos una familia, hacemos todo lo que se ve en los anuncios de televisión y en las películas, pero por dentro nos invade la angustia y la sensación de echar nuestro tiempo en un saco lleno de agujeros. De dedicarlo a cosas que no nos dan lo que buscamos.

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Valor y filosofía

Nunca preguntaban cuántos eran los enemigos sino solo dónde estaban (Steven Pressfield, Puertas de fuego)
1 Los que se hacían la pregunta eran espartanos, hombres forjados en el continuo ejercitar de sus cualidades guerreras.
2 Los enemigos eran los persas, en aquella ocasión memorable en la que su rey, Leónidas, les acaudilló en un estratégico paso montañoso por donde querían pasar. Ilusos (los persas).
3 Cuántos eran los enemigos era una pregunta irrelevante. En realidad, tenían que acabar con ellos de uno en uno hasta donde llegaran sus fuerzas y sus habilidades.
4 Dónde estaban era algo fácil de adivinar. Justo delante, viniendo de frente. La única manera de no encontrarse con ellos era dar media vuelta y huir.
Lo curioso es que esto también puede leerse de otra manera.
1 El que se pregunta es el filósofo que hay dentro de cada uno de nosotros, ese que a veces olvidamos ejercitar para que tenga a tono sus cualidades humanas.
2 Los enemigos son los errores de conducta que cometemos, las debilidades morales, las dudas, las carencias de valores, lo que hace que no seamos perfectos como seres humanos.
3 Cuántos son los enemigos es una pregunta irrelevante. En realidad, tenemos que acabar con ellos de uno en uno hasta donde lleguen nuestras fuerzas y habilidades.
4 Dónde están es algo que se puede adivinar: justo viniendo de frente, en cada pequeña prueba que nos pone la vida por delante. Somos ilusos si pensamos que basta con dar media vuelta y huir para que desaparezcan.
Como Leónidas, también necesitamos valor para enfrentar al enemigo.
Por cierto, los espartanos de las Termópilas eran 300. Terminaron con un ejército de 10.000 persas. Ahí queda eso.

 

Por si no conoces su historia, aquí te dejo un enlace:
A la memoria del héroe

Del color del cristal con que se mira

Cierto día un recién llegado a un pueblo donde vivía un sabio, llegó hasta él y le dijo:
–¿Qué clase de gente vive aquí?
El sabio respondió con otra pregunta:
–¿Qué clase de gente era la que vive en el pueblo de donde viniste?
El recién llegado replicó:
–¡Oh! Son unos miserables, hostiles, mezquinos, sin sentimientos de comunidad y es muy difícil convivir con ellos.
–Bien –dijo el sabio–, esa misma clase encontrarás aquí también.
Al poco tiempo, otro visitante del sabio hizo la misma pregunta:
–¿Qué clase de gente es la que vive aquí?
El anciano replicó preguntando:
–¿Cómo era la gente del lugar de donde vienes?
–¡Oh! –respondió el segundo forastero–, eran personas espléndidas, bondadosas, buenos amigos y llenos de bondad.
–Entonces –dijo el sabio– la misma gente encontrarás aquí.

(Henry Thomas Hamblin)

Y pensando, pensando, me pregunté si muchas veces no juzgamos a los demás sin darnos cuenta de que nuestros juicios, prejuicios y forma de entender las situaciones nos condicionan y nos ciegan ante muchos aspectos positivos que nos podrían aportar aquellos que son distintos a nosotros, o que tienen otras opiniones.

Y recordé lo que dice el diccionario que es la tolerancia: “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás CUANDO SON DIFERENTES o contrarias a las propias”.

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Invisibles

INVISIBLES

Publicado el 2 de septiembre de 2014 en

http://acropolis.org.bo/invisibles/

Escrito por Perséfone

Caminando por una ciudad cualquiera, en medio de pitos de autos, música estridente, conversaciones aquí y allá. Los conductores pisan cada vez más el acelerador; no quieren detenerse aunque el semáforo esté en rojo. Quienes van por la acera no caminan, corren, esquivan aprisa obstáculos, personas, tiendas, vendedores; ya no hay tiempo. Todos corren, quieren llegar rápido. ¿Adónde? No sé.

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Invitación a investigar

INVITACION A INVESTIGARUna de las características de nuestra época es la vigencia de la llamada sociedad de la información, pues tenemos a nuestra disposición la tecnología que nos permite acceder a casi todas las fuentes imaginables que nos pueden surtir de los datos más específicos y complejos.

En muy poco tiempo podemos visitar bibliotecas, adquirir libros, consultar bases de datos, acceder en suma a informaciones hasta hace muy poco totalmente inaccesibles.

En teoría, en Internet podemos encontrar todo de casi todo, con tal que tengamos la suficiente pericia y la intuición que todo buen buscador debe ser capaz de desarrollar, para acertar en la selección de los innumerables sitios que le ofrecen los complejos ingenios informáticos.

Tanta facilidad puede confundirnos y acostumbrarnos a la comodidad de cortar y pegar, apropiándonos del trabajo de otros y presentándolo incluso como si fuera propio, desafiando a las acusaciones de plagio. Otra consecuencia negativa de estos métodos es la superficialidad, instalada como hábito, aunque disfrazada de exactitud.

Para contrarrestar estos riesgos, cabe proponer el regreso al viejo espíritu de investigación, que tanto ha hecho avanzar las ramas del saber desde que el ser humano se ha hecho las antiguas preguntas sobre las causas y el sentido de las cosas y de sí mismo.

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Preguntas para vivir

PREGUNTAS PARA VIVIR

 

Publicado el 12 de junio de 2013 en
http://lapoleaurbana.blogspot.com.es/2013/06/preguntas-para-vivir.html
Javier Hernández

Desde muy pequeños hemos tenido distintas maneras de indagar sobre lo que nos rodea: el tacto, el gusto y el resto de los sentidos han sido los primeros mensajeros de nuestro entorno. Luego descubrimos la forma –humana por excelencia– de descubrir el mundo y a nosotros mismos: las preguntas. Estas nos han acompañado e impulsado a descubrir la vida. ¿Quién no se ha preguntado, alguna vez, quién hizo este mundo y para qué, si existe un destino, cuál es nuestra vocación, qué es el amor, que es la muerte?

Esta necesidad fundamental de preguntar y buscar respuestas es algo que caracteriza al ser humano desde que apareció en la faz de la Tierra. De no haber tenido esa predisposición desde la edad de las cavernas, el hombre no se hubiera atrevido a salir de su oscuro refugio preguntándose: ¿qué hay más allá? Jamás se habría arriesgado a investigar cuáles son los límites de la Tierra. Y es que cuando uno se pregunta, recién inicia la maravillosa aventura de descubrir, cambiar y avanzar.

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¿Pueden las ciudades inteligentes mejorar el mundo?

CIUDADES INTELIGENTES

 

Mucho se oye hablar ahora de las “smart cities”. En buena medida porque los objetivos 2020 de la Comisión Europea se dirigen a lograr una mayor sostenibilidad en los lugares donde más recursos energéticos se consumen: las urbes. La previsión mundial es que se conviertan en los focos centrales de concentración de la población mundial, a costa del despoblamiento del resto de territorios. En esas ciudades inteligentes, la tecnología se convierte en un actor fundamental. En sus manos se pone la regulación del tráfico, la eficiencia del consumo energético, la gestión de los datos masivos o big data y la mejora en las relaciones de la Administración pública con los ciudadanos.

No hace mucho escuchaba a un grupo de expertos hablar de las smart cities. Uno de ellos sentenció que la conversión de las urbes en ciudades inteligentes es lo que lograría cambiar el mundo y convertirlo en un lugar mejor, crear una sociedad mejor y ciudadanos comprometidos con la gestión de su ciudad. Las ciudades más tecnológicas serían las más ricas. Y las que fuesen capaces de crear esa tecnología, más ricas y prósperas aún.

En esos momentos me pregunté por el sentido de ese cambio al que se referían. ¿Cómo imaginaban ese mundo mejor que nos traería la tecnología? ¿Esa prosperidad? No soy una defensora a ultranza de lo tecnológico, pero tampoco detractora. La tecnología tiene su utilidad. Es capaz de aliviar cargas de trabajo, de acelerar procesos, de intervenir en la curación de las personas enfermas, de ayudar a las que tienen algún tipo de minusvalía. También es capaz de realizar eficaces asesinatos selectivos y de destruir poblaciones enteras con ciega precisión. Por eso, no creo que sea la tecnología la que vaya a lograr un mundo mejor. La tecnología está en manos de personas. Desde su ideación hasta su plasmación final y, cómo no, su aplicación. No es la pistola la que mata, sino la persona que aprieta el gatillo.

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El idealismo del Quijote

EL IDEALISMO DEL QUIJOTE
Publicado el 8 de abril de 2012 en
http://www.filosofiaparalavida.org/2012_04_el-idealismo-del-quijote.html
Iván Eskildsen

Noble peregrino de los peregrinos,
que santificaste todos los caminos,
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad…
¡Ora por nosotros, señor de los tristes
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión!
¡que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón!
Rubén Darío

Este 23 de abril, día en que falleció Miguel de Cervantes, se celebra el Día Mundial del Libro. Por ello hemos decidido rendirle un homenaje a Don Quijote de La Mancha, ese gran personaje que más de 400 años después de que Cervantes lo sacara a la luz, continúa inspirando a generaciones y generaciones de jóvenes y adultos.
Pero no es a cualquier característica que rendimos homenaje, sino a una muy especial: el idealismo del Quijote. Aquel rasgo que le llevó a luchar por todo lo justo y bueno en el mundo, a pesar de que dudaran de él las personas a su alrededor.
En psicología se conoce que el ser humano posee un subconsciente en el cual duerme un potencial; se explica que dicho potencial se expresa a través de arquetipos o valores que se pueden despertar en la medida que cada uno los descubra y los desarrolle.
Así, consideramos que el sentido profundo con que Cervantes representó al Quijote fue para despertar una de esas fuerzas dormidas en todos nosotros.
Si eres de aquellas personas que rechazan la ausencia de valores de nuestro mundo; si eres de los que sienten el dolor de los demás como propio y, cuando has tratado de hacer algo por otros, alguien cerca de ti te ha tratado de disuadir diciendo: “debes preocuparte de cosas más importantes”, “te vas a morir de hambre si solo piensas en eso”… entonces El Quijote está dirigido a ti.
Cervantes quiso enseñarnos que el mundo necesita idealistas que logren persistir en sus convicciones. Aunque estemos en una Edad de Hierro, como decía el Quijote, solo se podrá mejorar el mundo mediante la entrega de los idealistas que creen en que se puede volver a reconstruir una Edad de Oro, si así se determinan a trabajar por ello.
El Quijote nos enseña a mantener una fe inquebrantable en nuestros ideales. En nosotros está el valor para superar el escepticismo de los tibios que nos rodean. Los “cuerdos” que acarician la apacible comodidad de una vida “normal”, sin mayores riesgos ni peligros, siempre tratarán de persuadirte… pero si despiertas al Quijote que hay en ti, dedicarás tu vida a cultivar todo lo noble y justo y quizá así alcanzar una verdadera felicidad, una paz interior.

El hombre de las compresas

EL HOMBRE DE

 

En medio de tanta mala noticia, de vez en cuando los medios nos regalan historias llenas de generosidad y voluntad. Una de ellas es el caso de Arunachalam Murugananthan, un hombre indio que comenzó por amor una curiosa aventura en 1998.

En aquel año acababa de casarse, pero no sabía mucho de las intimidades de las mujeres. Los tabúes acerca de la menstruación hacían que se considerase algo vergonzoso, y no se hablase mucho de ello. Mucho menos con un hombre. Murugananthan descubrió un día a su esposa escondiendo unos “trapos asquerosos”que usaba durante su periodo, al igual que otros millones de mujeres en la India, que no solo empleaban trapos, sino también arena, aserrín, hojas y ceniza. Lo “vergonzoso” del periodo hacía también que no secasen los trapos al sol cuando los lavaban, por lo que la falta de higiene menstrual en la India es la causante del 70% de las enfermedades reproductivas.

Murugananthan quiso comprarle toallas sanitarias a su esposa, pero se encontró con que eran excesivamente caras. Los apenas 10 gramos de algodón que costarían 0,001 euros costaban 0,51, una diferencia abismal de precio que hacía que solo el 12% de las mujeres indias usase toallas sanitarias. Ahí comenzó todo. Se dijo a sí mismo que él era capaz de fabricar toallas sanitarias más baratas. Pero aquel camino le llevaría por caminos insospechados.

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Nueva Acrópolis: indignación y sensatez ante las difamaciones

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Los que escribimos en este blog somos en gran parte socios colaboradores de la Organización Internacional Nueva Acrópolis. Yo personalmente colaboro desde Málaga desde hace algunos años movido por una vocación filosófica que me lleva a buscar y rodearme de lo que me pueda enriquecer interiormente, como ser humano. Me inspiran los ideales de bondad, justicia, belleza y búsqueda de la verdad, aunque, como todos, estoy muy lejos de ser perfecto.

Pues bien, a veces aparecen en las búsquedas de este universo que es Internet páginas que, de una forma casi esperpéntica, difaman a Nueva Acrópolis tachándola de secta judeonazi (¡vaya contradicción!), satánica, y falta decir asustasuegras. Parece como en la época de la Inquisición, donde se acusaba de la terrible “brujería” a todo el que molestaba. Más allá de lo sarcástico, me duele, pues me acusan de todo lo que detesto. Se hace intolerable que se pueda difamar tan impunemente el buen nombre de Nueva Acrópolis mezclado con insultos a Jung, Mircea Eliade, Platón etc., y esto se lo trague la gente sensata.

De todas formas parece que en este universo de críticas destructivas (porque pocas aportan algo positivo) no hay quien se libre de que le salgan locos enconados con lo que uno hace.

No voy a entrar en argumentaciones que creo que están muy bien expuestas en la página La fuerza del ejemplo: http://lafuerzadelejemplo.blogspot.com.es/2008/04/nueva-acrpolis-responde-ante-las.html

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