Mar adentro

Hacía tiempo que no se veían. Ambos estaban distintos. La cara era la misma, con alguna marca más que señalaba el paso de los días, unos dulces, otros largos y, a pesar de todo, para crecer.

Ella guardaba una mirada soleada, bella como antes, sabia más que nunca, más bien madura. Él mostraba actividad por doquier, inquietud alegre, multitud de proyectos pendientes contaban su estado.

Todos los recuerdos traídos al ahora les iban calando con emocionante ternura. La sensación de haber sido uno, más que dos, llenaba aquella cálida terraza del paseo arbolado en la que hoy, el aroma lo daba el pasado.

En un golpe de luz venida de cualquier parte, él se dio cuenta de que todos los proyectos estaban realizados, todo lo pendiente conseguido. Bastaba con parar, con ser, uno solo otra vez. Ya no había ninguna sombra tras la que correr. Ella dejó de sentirse sola, de esperar.

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Pensamientos sobre la paz

En el Día Mundial por la Paz, pensamientos…

  • Los tratados basados en intereses socioeconómicos, si no tienen un respaldo de verdadera formación y cultura humanista de las sociedades en la fraternidad y unidad esencial de la humanidad, no funcionan; simplemente, posponen los conflictos, mientras crece el resentimiento y el odio. La paz no se impone, sino que nace de la calidad humana, alejada de los fundamentalismos. los egoísmos y los miedos.

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Somos la eÑe

Ya sé que algunos pensarán: “ya está Tachen hablando otra vez de baloncesto”, pero en realidad espero seguir refiriéndome a filosofía cotidiana. Cuando el equipo español ganó el Campeonato del Mundo de Baloncesto, aproveché para hablar del trabajo en equipo. En esta ocasión, con el buen resultado en el Campeonato Europeo, y a propósito del lema con el que se calificó a la selección española, hablaré sobre lo que nos une y lo que nos diferencia.

El éxito de la selección española ha estado basado de nuevo en la unión y sacrificio de las individualidades de los componentes de este equipo. Símbolo de ello (¡ay, la importancia de los símbolos en este mundo que parece tan materialista!, pero esto puede ser objeto de otro blog) es esa eÑe que ha aparecido en banderas y camisetas, en lemas (somos la eÑe o eñemanía) y acrónimos (ÑBA).

Hasta ahora habíamos pensado que la eÑe es lo que nos diferenciaba de los demás, al modo en que los griegos querían diferenciarse de los bárbaros por medio de su lengua, su escritura o su cultura. Sólo Alejandro tuvo el sueño de poder unir Oriente y Occidente, sueño que duró hasta su muerte. Los romanos, desde la época de Augusto, heredaron este sueño: lo importante no era dividir, sino integrar, hacer ciudadanos romanos a todos los conquistados, para así hacer más grande a Roma.

Pero la eÑe ha conseguido unir a jugadores y aficionados, de distintas partes de España, de distintos clubs, todos animando a un mismo equipo. Un mal heredado del excesivo afán analítico del racionalismo de la época actual es el interés por clasificar todo basándose en las diferencias. Y aunque puede ser un método útil para las cosas materiales, es nefasto para los hombres. En Europa sabemos algo de esto, porque en los últimos treinta años solo se buscan las diferencias para hacer un nuevo país, una nueva comunidad, algo distinto. Lengua, raza, religión, cultura, todo sirve para marcar que somos distintos y, por lo tanto, necesitamos separarnos de los demás.

Olvidamos que por encima de todas las diferencias, lo importante es lo que nos une. Dicho en palabras de Saint Exupéry: Continue reading

Mundo visible y mundo invisible

En nuestros días se están impregnando los seres humanos de la idea de que toda la vida gira en torno a lo que resulta visible. Lo que no es visible no existe.

Evidentemente esta idea, difundida interesadamente por aquellos a los que beneficia, está carente del más elemental sentido común.

A nadie se le ocurriría negar la existencia de la amistad, por ejemplo, cuando es notorio que su esencia es invisible e intangible.

Y como la amistad, el cariño, el amor, el juego, la envidia, la mentira, la honradez, la educación, la salud, la fuerza, la alegría, la tristeza, la música, la armonía, el equilibrio y todas las demás cosas que se os pueden ocurrir.

“Una imagen vale más que mil palabras” es el lema. Si no se ve, no me hables de ello. Enséñamelo y lo entenderé.

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Sobre discípulos y maestros, profesores y alumnos

Como todos los años por estas fechas de septiembre, miles de niños comienzan el curso escolar, y otros tantos profesores afrontan la avalancha de niños, y de nuevo veremos jóvenes que no se toman en serio sus estudios, chavales que no conocen el respeto debido a sus profesores, y profesionales de la enseñanza que hacen lo que pueden, no sin cierto desespero, ante la situación de las cosas. Y sin entrar en el tema de la educación, pues no soy quién, sí quiero traer a la memoria de todos, por afinar criterios, el viejo significado de lo que es un maestro, y por extensión del discípulo, conceptos que han sido muy utilizados y, quizá por ello, han perdido gran carga de su sentido al confundirse con palabras como “gurú” y “adepto”.

En este sentido el diccionario de la RAE no nos es de mucha ayuda, pues no alcanza a expresar las sutiles diferencias entre unos y otros. Veamos: hasta donde yo entiendo, un profesor enseña una ciencia, un conocimiento que es intelectual, que se memoriza y se comprende. Pero un maestro puede enseñar todo esto y además la vivencia de la enseñanza, o al menos guiarnos para poder vivirla; por eso hoy en día esta expresión se utiliza sobre todo en las artes, y especialmente en la música, pues se trata de un conocimiento que requiere por nuestra parte vivirlo, sentir la música e interpretarla, de forma que hacemos nuestro ese saber. Por su parte, un “gurú”, tal y como se entiende normalmente, es alguien que enseña una doctrina, algo en lo que creer, un camino supuestamente espiritual con todo su abanico de normas morales.

Así pues, encontramos que un profesor tiene alumnos que aprenden una enseñanza intelectual, un maestro tiene discípulos que viven y hacen suya las enseñanzas, y un gurú tiene adeptos llenos de fe por su doctrina.

De las tres posibilidades prefiero la del maestro, pues el profesor, al enseñar algo de manera intelectual, se suele alejar del interés de sus alumnos tan llenos de vida. Y un gurú no es admisible en ningún sistema serio de enseñanza ¿Acaso son poseedores de la verdad, alguien lo es?

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Raíces

Escuché decir que un árbol es el símbolo más perfecto de muchos seres del universo, entre ellos del hombre.

El árbol tiene raíces enterradas, en otro mundo, el interior, que no vemos. De ahí toma su alimento de la tierra, disuelto en agua del cielo. Su tronco se eleva hacia lo alto, y se abre en infinitas ramas que albergan infinitas hojas verdes, con las que se nutre directamente del Sol, porque sabe transformar la energía del astro rey en vida para sí mismo.

De una estrella del cielo a su alma, terrena y celeste.

Llegado el momento propicio, abre sus flores, sus hermosas flores, a las que son atraídos pequeños insectos que buscan su néctar, su puro néctar, para transformarlo en miel y otros alimentos. Y ello hace que sean fecundas, que esas flores, en el sacrificio de su belleza, den vida a los frutos, portadores de semillas de muchos otros árboles, los que, una vez en contacto con la tierra y si encuentran su lugar fecundo, perpetuarán su existencia, y la extenderán por toda la tierra.

Su copa es nido de pájaros, lugar de vida y albergue de músicos cantores, su sombra es benéfica, sus frutos son alimento para otros seres de la naturaleza, sus flores son fuente de ambrosía y de belleza.

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Orgullo y humildad

No estoy seguro de poder explicar de forma clara y concisa mi afición por las dualidades; es como una intuición, o un reto que me lleva a querer resolverlas. En esta ocasión podría haber puesto como título “humildad y autoestima”, en el sentido de que pueden ir de la mano, que son sumables y no contradictorios cuando se profundiza un poco en lo que expresan. Pero como no soy ajeno a la necesidad de los títulos llamativos, con gancho, y demás tretas periodísticas, he optado por presentar el tema como un enfrentamiento de dualidades, el orgullo contra la humildad, la prepotencia contra la falta de autoestima. Resolvamos el conflicto, intentémoslo al menos.

Veamos: si el orgullo es un exceso de autoestima, digámoslo así, tampoco creo que sea recomendable ir más allá de la humildad, pues un exceso de ella nos puede conducir a ser sumiso e indeciso, lo cual es un fuerte obstáculo para muchos logros personales por la falta de fe en uno mismo.

Y una vez más invocamos las sabias palabras del Buda: “el camino del medio, el camino del medio”. Siempre se impone la enseñanza del camino del medio como el idóneo, el que nos permite transitar la vida de la manera más plena posible, danzando en el difícil equilibrio de las dualidades, en “el filo de la navaja”.

Autoestima sí, orgullo prepotente no, humildad sí, ser timorato y sumiso no, claro que no.

Autoestima para atreverse a ser quien somos; humildad para no creer ser más de lo que nos corresponde. Autoestima y cierto orgullo para defender con pasión lo que creemos defendible y justo. Humildad para profundizar en todo lo que sabemos y abrir nuestra mente y corazón a nuevas enseñanzas y posibilidades.

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A capilla

Este final de verano trae una brisa, como casi todos, una fresca que se levanta a la mañana y al final del día. Es el aviso tenue y gradual de que el tiempo de descanso está acabando, que pronto habremos de estar preparados para el siguiente frío. Primero el otoño, agradable cobijo que nos proporciona la naturaleza, excusa perfecta para sentirnos a resguardo bajo el jersey. Luego el invierno, frío intenso, lluvia y poca calle; interior.

Y con estos pasos lógicos del tiempo iremos también nosotros, si ya somos algo sabios en los mensajes de todo lo vivo.

En este tiempo agradable, límite entre dos, cada año repaso el anterior, recapitulo, proyecto, me preparo. Es el momento de hacer memoria, de echar la vista atrás y recordar qué hicimos y por qué. Es más aún el momento de dibujar según lo aprendido hacia dónde queremos ir ahora, qué haremos de nosotros hasta la próxima brisa.

No es solsticio pero es comienzo. ¿Estoy donde quiero? ¿Qué he metido en mi mar? ¿Qué en la próxima mochila? Incluso lo escribo para ver más claro el mapa de la vida recorrida.

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Gente sin complejos

Vivo en una pequeña ciudad costera española, con unas estupendas playas. De todas ellas, la más pequeña está cercana al centro de la ciudad y a ella va solo la gente que vive en el casco antiguo: pocos son los veraneantes que en ella se bañan. Cuando me trasladé aquí no quería ir a ella, a pesar de la pasión que todos mis amigos tenían por esta playa. Pero con el tiempo, me he dado cuenta de que esta es la playa en la que uno se siente más filósofo.

Cuando uno va a una playa “normal», parece que en todo momento hay un interés por aparentar ser lo que uno no es. En esta playa no hay problema: siempre encontrarás alguien mucho más gordo o mucho más delgado que tú, mucho más alto o mucho más bajo que tú, mucho más blanco o mucho más moreno que tú, con un traje de baño que le sienta peor o con una peculiaridad física más llamativa que la que a ti te puede acomplejar. En definitiva, gente feliz y sin complejos que van a la playa a pasar un buen rato sin necesidad de aparentar que son jóvenes con un bronceado perfecto, tipo de actor de cine y “cuerpo danone”. No, la gente “normal” no es así: no somos físicamente perfectos, porque ni siquiera los grandes modelos lo son, ahora que sabemos que muchos de esos cuerpos son fruto de muchas horas de retoque fotográfico o digital.

En esta playa vas a bañarte (si el Levante no trae muy fría su agua), a pasear entre fina arena, rocas de marisqueo o barcas de pescadores, a tomarte desde una bebida fresquita hasta una auténtica berza en su olla con todos sus avíos, o a jugar con la puesta del sol al bingo. Y todo ello sin que te preocupe que este año los kilitos del invierno se quedaron una vez más en la cintura o que todavía no has cogido un buen color.

No recuerdo dónde leí que la sociedad se ha vuelto adolescente (o infantil) y ahora son más envidiados los cuerpos con mejor apariencia (por eso la pasión por la comida “light”, por los bioalimentos, por los gimnasios, por la musculación), en lugar de buscar un mejor contenido, una mejor alma o una más profunda sabiduría, fruto de la experiencia y que antaño residía en los más mayores (antes eran llamados “ancianos” y no había ninguna connotación peyorativa).

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